La expulsión del capitán Augusto Pinochet Molina de las filas del Ejército, como último capítulo de las tensas horas que vivió Chile tras la muerte del ex dictador Augusto Pinochet, fue recibida con satisfacción hoy por el Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
La sanción se concretó un día después de las exequias de Pinochet, en las que su nieto pronunció un sorpresivo discurso en que reivindicó al ex presidente de facto, a la cabeza de la dictadura más cruenta y prolongada en la historia de Chile (1973-1990).
La destitución del capitán, de 33 años, fue confirmada por el comandante en jefe del Ejército, general í“scar Izurieta, poco antes de que la presidenta Bachelet concurriera anoche a la graduación de nuevos oficiales en la Escuela Militar, el mismo escenario donde el día anterior se desarrolló el funeral de Pinochet.
«El Gobierno esperaba que el comandante en Jefe hiciera libre uso de sus atribuciones, que es lo que hizo», señaló hoy el ministro del Interior, Belisario Velasco, en una primera reacción oficial.
«El comandante en jefe aplicó una sanción libremente y de acuerdo a sus atribuciones», insistió, al descartar una eventual presión del Gobierno para precipitar el castigo a Pinochet Molina, nieto del ex dictador muerto el domingo en Santiago, a los 91 años.
El capitán Pinochet Molina, nacido el mismo año del golpe militar, en un discurso que no estaba programado durante las ceremonias fúnebres, justificó el alzamiento que encabezó su abuelo en 1973, cuando tomó el poder e instaló la dictadura que se prolongaría por 17 años.
El destituido oficial definió a Pinochet como «un hombre que derrotó en plena Guerra Fría al modelo marxista, que pretendía imponer su modelo totalitario no mediante el voto, sino más bien derechamente por el medio armado».
Vestido con su uniforme de capitán y ante la presencia de la ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, que representaba al Gobierno en la ceremonia, Pinochet Molina fustigó además a los jueces que investigaban al ex presidente de facto, porque, según dijo, «buscaban más renombre que justicia».
La presidenta Bachelet, que se mantuvo al margen de las manifestaciones de dolor y júbilo que estallaron tras la muerte de Pinochet, expresó ayer su certeza de que «el Ejército sabrá hacer lo que corresponde» para sancionar lo que consideró «una falta gravísima» a la disciplina y al carácter no deliberante que la ley impone a los miembros de las Fuerzas Armadas.
El general Izurieta admitió que la presidenta tenía todas las atribuciones y la autoridad para ordenar la destitución del capitán, «pero no lo hizo».
Izurieta precisó en cambio que tomó la decisión en forma personal en el momento mismo en que escuchó el discurso del nieto de Pinochet, pero prefirió hacerla pública 24 horas después para respetar el duelo de la familia.
«No estoy molesto, estoy dolido. Me duele mucho cuando al Ejército se le hace daño», agregó el comandante en Jefe, antes de la ceremonia en la que, junto a la presidenta socialista, encabezó la graduación de los nuevos oficiales en la Escuela Militar.
«Yo le pedí a mi hijo que hablara… Me equivoqué», reconoció por su parte el padre del capitán, Augusto Pinochet Hiriart, uno de los cinco hijos del fallecido ex dictador, en declaraciones a la Televisión Nacional.
Pinochet Hiriart también dejó las filas del Ejército que comandaba su padre, en los años 70, y desde entonces desarrolla diferentes actividades en el mundo de los negocios.
Una de esas actividades terminó abruptamente en diciembre de 2004, cuando fue condenado a 541 días de prisión con libertad vigilada, por sus vínculos con una organización que vendía y compraba automóviles robados.