Sarkozy se mantiene firme


El presidente francés Nicolas Sarkozy mantiene sus orientaciones contra viento y marea pese a la polémica con la Unión Europea (UE) por la expulsión de gitanos, al descontento social contra la reforma de la jubilación y a los escándalos que golpean a su gobierno.


«A pesar del escándalo Woerth, la polémica sobre los gitanos, las crí­ticas del extranjero y su baja popularidad, Nicolas Sarkozy no quiere soltar nada», afirmaron dos periodistas del diario Le Monde en un extenso artí­culo titulado, no sin ironí­a, «El Elí­seo, un remanso de serenidad».

Las expulsiones de gitanos continuarán «en el estricto respeto de las leyes republicanas», reafirmó Sarkozy, tras haber protagonizado el jueves, según testigos, una discusión «muy violenta» con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, en una cumbre de la UE en Bruselas.

El mandatario francés negó ese incidente, pero dio rienda suelta a su indignación contra la comisarí­a europea de Justicia, Viviane Reding, que relacionó la expulsión de gitanos con las «deportaciones de la Segunda Guerra Mundial».

«Soy el jefe de Estado francés y no puedo dejar que insulten a mi paí­s», declaró.

Esa firmeza puede resultarle rentable en polí­tica interna. Pese a estar en su nivel más bajo de popularidad desde que asumió el poder en 2007, un 56% de los franceses rechaza las crí­ticas de la UE y el 65% aprueba la expulsión de gitanos, según una encuesta del instituto Opinionway.

A inicios de la semana, Le Monde acusó al Elí­seo (palacio presidencial) de «utilizar al servicio de contraespionaje para identificar una fuente» de uno de sus periodistas que investiga el escándalo en torno a la heredera de L»Oreal, Liliane Bettencourt, sospechosa de fraude fiscal e importante donante de la gobernante UMP (derecha), que involucra al ministro de Trabajo, Eric Woerth.

Woerth, ministro de Presupuesto hasta marzo pasado y durante ocho años tesorero de la UMP, está confrontado a sospechas de conflicto de intereses, de tráfico de influencia y de financiación polí­tica ilegal.

Pero Sarkozy se negó a desprenderse de su ministro.

«No es posible abandonar a alguien a quien no hay nada que reprochar (…) que ni siquiera está encausado», repitió Sarkozy ante dirigentes de la UMP.

Woerth es el encargado de llevar a buen puerto la reforma del sistema de jubilación, un proyecto clave del quinquenio presidencial, contra el que este mes se movilizaron entre 1,1 y 3 millones de personas (según las fuentes) y contra el que los sindicatos convocaron a una nueva jornada de protesta y huelgas el próximo jueves.

La cuestionada reforma prevé aumentar de 60 a 62 años la edad mí­nima de la jubilación, de 65 a 67 años la edad necesaria para beneciarse de la pensión completa y de 40 y a 41,5 los años requeridos de aportes.

El jefe de Estado se mantiene también aferrado a su calendario, y remodelará su gabinete, como él mismo lo anunció hace unos meses, en noviembre próximo, antes de que Francia asuma la presidencia del G20 de potencias industrializadas y emergentes.

El equipo que designe será probablemente el encargado de llegar hasta las elecciones de 2012, y tendrá que servirle para recuperar su popularidad si pretende obtener un segundo mandato.

Ante candidatos aparecen ahora como mejor colocados para mantener a la derecha en el poder, entre ellos su actual primer ministro, Franí§ois Fillon, según encuestas.