El presidente Nicolas Sarkozy utilizó su primer viaje oficial a Washington para imprimir un giro decisivo a las relaciones de Francia con Estados Unidos, deterioradas por las divergencias sobre la guerra en Irak, y para postularse como su principal aliado en Europa.
El discurso que pronunció Sarkozy ante el Congreso norteamericano fue un condensado tanto del giro que significa su proyecto atlántico de política exterior, como también la ocasión para reiterar su admiración personal por Estados Unidos.
Con un «Francia es la amiga de América», el jefe del Estado francés inició su intervención en la que utilizaría «nada más que las notas justas» para evocar coincidencias y divergencias entre París y Washington, según comentó el cotidiano The New York Times.
En la perspectiva de «reconquistar el corazón de América» que se había fijado como objetivo, Sarkozy rindió homenaje a los héroes norteamericanos de su infancia y a todos los personajes, acontecimientos, conceptos e imágenes del panteón estadounidense.
«Mi generación compartió todos los sueños» de Estados Unidos, dijo Sarkozy, de 52 años, a los congresistas, que aplaudieron sin reticencias y de pie sus referencias políticas y culturales.
«Está la conquista del Oeste y Hollywood», recordó Sarkozy, antes de enumerar sus héroes, desde Martin Luther King a Marilyn Monroe, y de John Wayne a Charlton Heston, Duke Hellington y Ernest Hemingway.
También «está Elvis Presley, yo sé que no es costumbre pronunciar este nombre en este recinto», declaró, provocando las sonrisas de los senadores y representantes.
El homenaje emocionado que rindió luego al sacrificio de los soldados norteamericanos que participaron en las dos guerras mundiales fue el preámbulo para abordar los temas internacionales.
En este registro, Sarkozy insistió en los combates comunes de Francia y Estados Unidos, en particular en la lucha contra el terrorismo en Afganistán y en el tema nuclear iraní.
El presidente francés coincidió con Estados Unidos en decir que la perspectiva de ver a Irán dotarse del arma nuclear era «inaceptable» para su país y llamó a nuevas sanciones económicas contra Teherán. Pero, a diferencia de la posición norteamericana, insistió en que era necesario privilegiar la vía del diálogo y la negociación.
En relación a Afganistán, prometió que Francia continuaría militarmente junto a Estados Unidos, y arrancó aplausos de los congresistas cuando dijo que este compromiso duraría «tanto tiempo como sea necesario».
Del mismo modo, Sarkozy coincidió con Washington sobre la situación en Pakistán, que es una de sus principales preocupaciones norteamericanas del momento.
Juzgando la situación «preocupante», estimó que debía haber «elecciones lo más rápidamente posible».
Sarkozy, sin embargo, adoptó una actitud mucho más alusiva sobre la guerra en Irak, que fue punto de fricción en las relaciones entre Francia y Estados Unidos.
El presidente francés no formuló ningún comentario sobre el fondo, la forma ni los aspectos laterales del conflicto, y se limitó a pronunciarse por un «Irak unido».
«A nadie le conviene el desmantelamiento de Irak», dijo despuúes en conferencia de prensa.
El giro que introdujo Sarkozy en la política francesa para con Estados Unidos fue comentado por el ex primer ministro Dominique de Villepin, que en 2003, cuando acudió a la tribuna de la ONU como canciller de Francia, y se pronunció contra la guerra en Irak desencadenada por el presidente George W. Bush.
De Villepin saludó la voluntad de Sarkozy de reforzar la amistad «franco-estadounidense», pero advirtió que no había «que seguir a ciegas a los norteamericanos», en particular en Afganistán.
De su lado, respondiendo a lo que llamó «procesos de intención», el canciller Bernard Kouchner negó que Francia se hubiese «alineado» con Estados Unidos después de la visita oficial de Sarkozy a este país.
«No estamos alineados, lo repito», dijo para asegurar que «el multilateralismo sigue siendo nuestro credo».