Motivado porque mi esposa estudió casi toda su vida en el Colegio María Auxiliadora, ayer domingo, a las 17:00 horas, asistimos a la celebración eucarística en el impresionante Santuario del Colegio Salesiano Don Bosco, de la zona 8 de esta ciudad capital y tuvimos oportunidad de ver la urna con las reliquias del patrono de los salesianos. Aquel marco no podría ser de mayor impacto visual: unos 10 monitores transmitían, en circuito cerrado, aquella celebración del Nuncio Apostólico, Monseñor Richard Gallagher. Había tanta feligresía al frente, que era casi imposible divisar el altar con los oficiantes, era más propicia observar las imágenes que proyectaban en los televisores. Y más cómodo, también.
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Esa idea me quedó dando vueltas en la cabeza, hasta llegar a casa, cuando me proponía escribir esta columna. La imagen del Santo en su impecable urna y su figura egregia, siendo enfocada por cámaras de televisión que la transmitían, en vivo, en directo, en ese instante, en forma simultánea, a una multitud congregada en aquella impactante construcción religiosa, tan amplia, tan alta, tan decorada con un gusto exquisito que combina lo moderno y lo antiguo. Estábamos viviendo, todos los allí congregados, todo ese mar de creyentes, momentos de extrema espiritualidad; estábamos fundiendo dos mundos: el del cristianismo, el universo personal de la fe en algo superior que guía nuestras vidas y el mundo posmoderno de la tecnología. Dos mundos que se unían en momentos de solemnidad y recogimiento. Personas de todas las clases sociales, indígenas y ladinos, ricos y pobres, creyentes todos, ligados por el espíritu magnánimo de Don Bosco. Desde que me enteré que venían a Guatemala sus reliquias, me conmovió ver que en las ventanas traseras de centenares de automóviles se veían letreros, pintados a mano, con consignas alusivas a la llegada del santo de los salesianos. Ese fue el primer indicio de que algo grande se estaba preparando y que los católicos estaban reunidos alrededor de una figura del catolicismo. Pero cuando el sábado por la noche vi en los noticieros reportes por todos lados que había despertado una inusitada alegría por la llegada de la urna que contenían las Reliquias, me emocioné muchísimo. Pero pensé que los católicos de Guatemala siempre hemos sido un poco apáticos. Y yo soy ejemplo de eso. Mi contacto con el mundo salesiano se reduce nada más, a unos dos años y medio (en la década de los 80´s) cuando brindé varios cursos en el Departamento de Ciencias de la Comunicación, Universidad Francisco Marroquín, entonces dirigida por el padre Roncero y allí conocí al actual Rector de la que hoy es la Universidad Mesoamericana, doctor Félix Serrano. Mi vecindad con ellos fue muy superficial, pero admiro mucho el trabajo que realizan, desde siempre. Pero ayer tarde, al ingresar a ese imponente templo de la zona 8 de la capital, y verlo abarrotado de fieles (pero ante todo, respirar ese ambiente tan especial que había) entendí la capacidad extraordinaria de la comunicación social, aplicada al trabajo religioso. Me aproximé a la urna y lo primero que observé fue cómo, niños, adultos, ancianos y personas de todas las condiciones sociales, se acercaban al Santo… para tomar fotografías, ya fuera con celulares desde los más baratos a los más caros o con pequeñas cámaras digitales, hasta cámaras de precios realmente altos. La fila era interminable y me contaron que había sido así, desde la noche anterior… y seguían llegando más fieles. La dimensión mediática de este Santo me estremeció. Había logrado primeras planas en todos los diarios, amplios espacios en los medios informativos televisados, así como en todas las radios noticiosas, no digamos con los medios de comunicación católicos que hay. Por eso, dicha multitud no estaba en balde la tarde de ayer domingo, recibiendo las bendiciones del embajador del Papa. Fue la confluencia de esa comunicación que se inició en los vidrios traseros de los automóviles, hace algunas semanas y concluyó con una amplísima cobertura periodística de la visita a Guatemala de sus reliquias. Y recordé los acertados conceptos que el padre Cabarrús había pronunciado el viernes pasado en la celebración eucarística en el Campus Central de la Universidad Rafael Landívar, al inicio de la Semana Ignaciana, señalando que San Ignacio de Loyola, seguramente hoy hubiera sabido utilizar adecuadamente los servicios Tweter y Facebook, en su trabajo por los jóvenes del mundo entero. Seguramente, ambos son hoy por hoy Santos mediáticos.