Verónica Julianis
De pequeñita era tremendamente inquieta, solamente su padre le tenía la suficiente paciencia para aguantarle. Era la menor de siete hermanas y muy niña quedó huérfana de madre. Sentía una gran compasión por los pobres, y a los seis años regalaba su merienda a pobres mendigos y dejaba su abrigo de lana a pobrecitos que temblaban de frío. Cuando cumplió los 33 años, empezaron a aparecer en su cuerpo las cinco heridas de Jesús: en las manos, en los pies, en el costado y heridas en la cabeza como de una corona de espinas.