Santa Claus su historia


Marvin Gamboa González*

Santa Claus, Papá Noel o como se le quiera llamar es un mito vuelto realidad por personas que quieren mantener una ilusión de bondad.

Pese a estar basado en un obispo que vivió en el siglo IV de nuestra era, el sonriente personaje encanta a los niños de hoy; se fue forjando durante los últimos 17 siglos con elementos de mitos de diversas regiones y paí­ses.

El personaje original fue obispo de la ciudad de Mira, en el antiguo reino de Licia -en la actual Turquí­a- de nombre Nicolás, quien fue célebre por la generosidad que mostró con los niños y los pobres, a pesar de lo cual fue perseguido y encarcelado por el emperador Diocleciano.

Con la llegada de Constantino al trono de Bizancio -ciudad que con él se llamó Constantinopla- el obispo Nicolás quedó en libertad y pudo participar en el Concilio de Nicea (325). A su muerte fue canonizado por la Iglesia Católica como San Nicolás.

Surgieron entonces incontables leyendas sobre milagros realizados por el santo en beneficio de los pobres y los desamparados. Durante los primeros siglos, después de su muerte, San Nicolás se tornó patrono de Rusia y de Grecia, así­ como de incontables sociedades benéficas y también de los niños, de las jóvenes solteras, de los marineros, de los mercaderes y de los prestamistas.

Ya desde el siglo VI se habí­an venido irguiendo numerosas iglesias dedicadas al santo, pero esta tendencia quedó interrumpida con la Reforma, cuando el culto a San Nicolás desapareció de toda Europa protestante, excepto de Holanda, donde se le llamaba «Sinterklass» (San Nicolás en neerlandés).

En Holanda, la leyenda de «Sinterklaas» se fusionó con antiguas historias nórdicas sobre un mí­tico mago que andaba en un trineo tirado por renos y que premiaba con regalos a los niños buenos y castigaba a los que se portaban mal.

En el siglo XI mercaderes italianos que pasaban por Mira robaron reliquias de San Nicolás y las llevaron a Bari, con lo que esa ciudad italiana, donde el santo jamás habí­a puesto los pies, se convirtió en centro de devoción y peregrinaje, al punto que hoy es conocido como San Nicolás de Bari.

En el mismo siglo, emigrantes holandeses llevaron la tradición de «Sinterklaas» a los Estados Unidos, cuyos habitantes anglófonos adaptaron el nombre a Santa Claus, que les resultaba más fácil de pronunciar, y crearon una nueva leyenda, que acabó de cristalizar en el siglo XIX, sobre un anciano alegre y bonachón que en Navidad recorrí­a el mundo en su trineo distribuyendo regalos de Navidad.

Mientras en Estados Unidos era conocido como Santa Claus, del otro lado del Atlántico, en el Reino Unido se le llamaba Father Christmas, (Papá Navidad).

Con un nombre o con otro, lo cierto es que el personaje que se basa en el obispo Nicolás se convirtió, rápidamente, en sí­mbolo de la Navidad, en estí­mulo de las fantasí­as infantiles y, sobre todo, en icono del comercio de regalos navideños.

Esta tradición no demoró en cruzar nuevamente el Atlántico, ahora remozada, y extenderse hacia varios paí­ses europeos, en algunos de los cuales Santa Claus cambió de nombre. En Francia, el Father Christmas de los ingleses fue traducido a Pére Noél (Papá Navidad), nombre del cual los españoles tradujeron sólo la mitad, para adoptar Papá Noel, que se extendió rápidamente en América Latina.

Una historia que desciende de costumbres paganas, con antecedentes de un mago que viajaba en trineo y que mueve millones de dólares en los Estados Unidos y también en varios paí­ses incluido Guatemala.

«Quitar una costumbre es como retirar una fuerte suma de dinero del banco y tirarlo a la basura».

*Texto resumido de AFP.