Imposible encontrar un pensamiento uniforme puesto que ni siquiera los regímenes totalitarios que disponen por decreto cómo debe pensar la gente lo pueden lograr. La diversidad de ideas puede ser un elemento enriquecedor de cualquier sociedad si se sabe enfrentar con tolerancia y sanidad mental, es decir, sin arrebatos de intransigencia que impidan la discusión racional para expresar distintos puntos de vista, sea simplemente para fijar posiciones, lo cual es válido, o para tratar de convencer a la otra parte de la bondad de los argumentos que dan sustento a una idea.
En Guatemala estamos viviendo ahora tiempos de intransigencia e intolerancia. Por un lado unos extremistas que quieren que se legisle para que se castigue a quienes no piensan como ellos sobre el tema del genocidio, habiendo solicitado que se gestionara una ley para castigar a los que nieguen que en el país hubo ese delito. Y por el otro los que quisieran ver en la hoguera a todos los que hablan de que aquí hubo genocidio. No hay espacio para el debate ni para los argumentos, porque unos quieren acallar a los otros por la vía que se les presente.
En nuestro afán por imponer criterios, por descalificar a los contrarios, adoptamos como veletas posiciones que son indefendibles. Los que en 1954 soltaron sapos y culebras contra la intervención extranjera, ahora se sienten respaldados por los llamados países amigos que puedan apoyarles en sus reclamos de justicia. Y quienes en 1954 no sólo aplaudieron sino que se beneficiaron de la intervención norteamericana para derrocar al gobierno de Guatemala, ahora despotrican contra el intervencionismo de otras naciones, incluyendo a los mismos Estados Unidos, cuyos diplomáticos han tenido palabras de encomio por el proceso que se está viviendo en nuestro país.
La defensa de la soberanía tendría que ser por principio y frente a todos, no sólo cuando no nos gusta lo que un extranjero dice o hace. Pero lo más importante es que tenemos que entender que no podemos imponer nuestro punto de vista a todos y que siempre habrá diferencias de criterio que deberemos respetar. Por mucho que nos desagrade lo que diga alguien o la forma en que lo exprese, tenemos que entender que la reconciliación no está en uniformar el pensamiento nacional, sino que ejercitar la tolerancia y el respeto.
Si nuestra actitud es de tolerancia y no de pleito, no habrá tema que nos pueda dividir ni confrontar nuevamente porque antes que nada estará nuestro amor por Guatemala y nuestra determinación de convivir con nuestros conciudadanos en forma pacífica y civilizada.
Minutero:
Nuestra reconciliación
depende de la tolerancia;
dentro de la discrepancia
se construye la nación