San Antonio Spurs tendrá desde mañana la oportunidad de sacarse la espina que lleva clavada 12 meses y derrotar a Miami Heat, que guiado por LeBron James ansía el tercer anillo de campeón de la NBA y convertirse en uno de los mejores equipos de la historia.

La emocionante final del año pasado, resuelta en siete partidos a favor del Heat, vivirá una segunda parte con dos factores que parecen dar ventaja inicial a los Spurs: a diferencia de en 2013, el equipo texano tendrá la ventaja de cancha en caso de séptimo duelo, además de las ansias de revancha.

   «Estamos felices de que sea de nuevo ante Miami. Aún nos dura ese mal sabor de boca», dijo Tim Duncan, capitán de los Spurs, que busca su quinto anillo.

   James quiere el tercero y hacer del Heat el cuarto equipo de la historia de la NBA en ganar tres consecutivos.

   «Nos querían y aquí nos tienen. No les gustamos. Lo puedo percibir por los comentarios de Tim (Duncan) los últimos días», dijo James quizás azuzando una rivalidad que compense la cierta ventaja emocional con la que parecen contar los Spurs.

   San Antonio aún recuerda que estuvo a pocos segundos de ser el campeón el año pasado. En el sexto partido, celebrado en Miami, ganaba por cinco puntos a falta de menos de 30 segundos. Los fans del Heat abandonaban ya el American Airlines Arena y los empleados de la liga preparaban el cordón de seguridad para la entrega del trofeo.

   Pero un triple de James, un par de tiros libres errados por Kawhi Leonard y un triple final de Ray Allen tras rebote ofensivo de Chris Bosh llevaron el duelo a una prórroga que ganó Miami, al igual que el séptimo choque.

   Se esperaba que James y el Heat regresaran a la final dada la debilidad de la Conferencia Este, pero nadie podía asegurar que San Antonio, con sus veteranas estrellas y el golpe psicológico, tuviera una nueva oportunidad. Es la primera vez en la historia de la franquicia que disputa dos finales seguidas.