Salir de casa


Parece evidente que la obesidad, como hablábamos el otro dí­a, esté enraizada a nuestros nuevos estilos de vida: somos más sedentarios, hacemos poco deporte y el tiempo libre lo ocupamos para ver televisión.  Así­, no es de extrañar que las libras aparezcan casi por arte de magia, sin que apenas nos demos cuenta.

Eduardo Blandón

Una estrategia, por consiguiente, para una educación saludable va en la ví­a de caminar más y salir a tomar aire fresco con los hijos.  Esta recomendación me la encontré el otro dí­a en un periódico norteamericano en el que una profesora de psicologí­a de la Universidad de Harvard decí­a que «hay un creciente movimiento de padres en los Estados Unidos preocupados en el tema, que intentan resolver cómo salir más con los niños».

 

Hoy por hoy la idea parece revolucionaria y desafiante, pero hace años salir con los amigos era la cosa más ordinaria del planeta.  Los padres consideraban «normal» que los muchachos salieran a callejear,  entonces se jugaba futbol, béisbol, rayuela y la bulla en el vecindario era insoportable.  Se quebraban vidrios en las casas (por una pelota salvajemente tirada), se tocaban timbres (para salir corriendo y engañar al propietario) y hasta se elevaban cometas en el cielo. 

 

Evidentemente en aquellos dí­as no habí­an juguetes electrónicos, la programación en la televisión era muy pobre y las tareas escolares no eran tan largas ni pesadas (los profesores parecí­an humanos).  Era natural ver llegar a los hijos sudados, exhaustos y muertos de hambre.  Los niños no tení­an problemas de insomnio, caí­an como piedras.  Todo esto ha pasado de moda en un mundo que vive en el encierro.

 

Las colonias (también los barrios) parecen cuarteles: las calles cerradas, un ejército por las calles (con pistolas y rifles) y sin áreas verdes.  Vivimos en el mundo de la inseguridad y el temor al secuestro.  Los padres ni por asomo se sienten tranquilos cuando sus hijos van a la tienda -si es que van-.  Hay un miedo infinito al secuestro, a las balas perdidas, las drogas, las malas compañí­as y muchas cosas que los papás apenas imaginan.

 

Rosemarie Truglio, vicepresidente de Plaza Sésamo, según cita The Wall Streel Journal, está de acuerdo en que los niños deben salir más de casa y jugar al aire libre  para conocer el mundo y familiarizarse con él.  Afirma que es por esto que los episodios del programa se concentran en la naturaleza porque «la falta de conexión de los preescolares con ésta se ha convertido en un problema crí­tico».

  «Los niños tienen un sentido especial de sobrecogimiento y maravilla.  Tenemos que tener padres que los estimule a salir… así­ pueden usar todos sus sentidos».

 

Según una encuesta reciente, que da soporte a la necesidad de moverse más y salir de casa, en los Estados Unidos (y no debe ser muy diferente entre nosotros) los adolescentes arriba de los 18 años viven expuestos a cerca de 11 horas en promedio a un dí­a tí­pico.  Esto los hace vulnerable, según la «Kaiser Family Foundation», a la obesidad.

 

Concluyamos con aquella cita atribuida al famoso escritor francés André Maurois que dice: «La acción es lo único que tiene valor. Soñar que se juega al tenis no es nada. Leer libros de tenis no es nada. Jugar al tenis es un gran placer».  Atrevámonos a sacar a los muchachos de casa, salgamos juntos a jugar y quizá, con suerte, cambiemos este mundo.