El riesgo de que en dos años de mandato que aún quedan para que la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala destape la forma en que operan los poderes clandestinos en el país y su cooptación del sistema de justicia para mantener la impunidad, hizo que se obviara la intención de guardar apariencias y por ello la desfachatez que al final hubo para elegir, contra viento y marea, a magistrados que han recibido tacha porque en el pasado evidenciaron de alguna forma carecer de la honorabilidad precisa para conformar nuestros más altos tribunales.
No hay otra explicación para entender por qué el Congreso, ya suficientemente desprestigiado y sin credibilidad, decidiera entrarle de manera que puede considerarse como insolente a elegir en repudio de las observaciones de la sociedad. Claro está, y hay que reafirmarlo, que antes tuvieron ya la complicidad de las Comisiones de Postulación que les mandaron las listas entre las cuales estaban, precisamente, los candidatos del gusto de esos poderes ocultos y que tienen el preciso encargo de ir a hacer un trabajo para apuntalar la impunidad y evitar que se pueda aplicar la ley en casos paradigmáticos, entre ellos el desfalco de los 82 millones de quetzales cometido en el Congreso de la República y que cada día que pasa cae más en el olvido.
Sacaron las uñas porque no les quedó más remedio al ver que ha avanzado mucho más de lo que habían imaginado el trabajo de la Comisión Internacional que trata de ayudar a Guatemala a combatir la impunidad. En condiciones normales la presión tan fuerte de la opinión pública hubiera servido para que al menos guardaran apariencias y era impensable que el mismo partido de gobierno asumiera una actitud de tácita ruptura con la CICIG, sobre todo porque es obvio que la presencia de la Comisión ha sido oxígeno para el sistema y para las fuerzas políticas.
Pero prefieren perder ese oxígeno y correr el riesgo de una crisis política de gran envergadura que aceptar la tacha sobre quienes eran, desde antes de la instalación de las comisiones de postulación, los ungidos por los poderes ocultos. Véase la alianza parlamentaria para elegir magistrados y se verá qué intereses hay detrás de cada una de las fuerzas que la conforman. No es casual que quienes han sido o son socios del crimen organizado en el ejercicio del poder sean los que orquestaron la aplanadora que tuvo el encargo de realizar la elección. La chamarra con la que todos se tapan empezó a tener agujeros y sacaron las uñas para remendarla.