El presidente georgiano Mijail Saakashvili, que hoy aborda con su homólogo ruso Dmitri Medvedev la tensa cuestión de la separatista y prorrusa Abjasia, dio a Georgia un giro de 180 grados hacia Occidente en detrimento de Moscú.
Este ex abogado formado en Estados Unidos y Francia, nació en Tiflis el 21 de diciembre de 1967 de un padre médico y una madre historiadora. Tras estudiar Derecho, trabajó como abogado en Nueva York antes de ser reclutado por el entonces presidente georgiano Eduard Shevernadze como ministro de Justicia.
Una reforma judicial que le acarreó conflictos con las élites georgianas, a las que acusó de corrupción, lo llevó a dimitir de su cargo al cabo de un año.
Más tarde, a la cabeza del movimiento de protesta de la Revolución de la Rosa, revirtió el régimen de su antiguo mentor y, llevado por la euforia popular, fue elegido presidente con el 96% de los votos en enero de 2004, convirtiéndose a sus 36 años en el jefe de Estado más joven de Europa.
En enero de este año fue reelegido para un segundo mandato.
La Revolución de la Rosa fue seguida por la Revolución Naranja en Ucrania en 2004 y la de los Tulipanes en Kirguistán en 2005, todos ellos cambios radicales que inquietaron a Rusia.
Desde su elección, Saakashvili se afanó por modernizar el país, presa de la pobreza y la corrupción, y reformar la economía para estimular a los inversores extranjeros.
Saakashvili -que habla con fluidez inglés, francés, ruso y ucraniano- dio a Georgia un giro de 180 grados hacia Occidente, preconizando su adhesión a la OTAN y a la Unión Europea (UE).
Pese a que no logró que la Alianza Atlántica concediese a Georgia el estatuto de candidato oficial a la integración en la cumbre del pasado abril en Bucarest, Saakashvili consiguió la promesa de una futura adhesión a la OTAN, celebrada como una victoria ante la oposición de Rusia.
Sin embargo, la imagen de demócrata de Saakashvili se vio empañada a los ojos de Occidente por la gestión de una crisis en noviembre de 2007, cuando se dispersaron con gases lacrimógenos las manifestaciones de la oposición, la televisión de la oposición fue cerrada y proclamó el estado de excepción.
Sus detractores le tachan de arrogante y prisionero de su ego.
«Había más pluralismo bajo el mandato de Shevernadze, que era más débil. Saakashvili reforzó el Estado y el ejército, redujo la corrupción y puso en marcha ciertas reformas; pero esos éxitos no tenían tintes democráticos», sostiene Alexandre Iskandarian, especialista del Cáucaso afincado en Ereván.