Rusia abandonó hoy el tratado sobre las Fuerzas Convencionales en Europa (FCE), que fija límites a tropas y armamentos, pero prometió que si bien dejaba de aplicar este acuerdo crucial en la época de la Guerra Fría, por el momento no aumentará su presencia militar.
La participación rusa en el CFE fue suspendida a partir de la medianoche en Moscú (tres de la tarde de ayer en Guatemala), anunció el ministerio de Relaciones Exteriores en un comunicado.
«Esta decisión fue adoptada debido a las circunstancias excepcionales relacionadas con el contenido del tratado que conciernen a la seguridad de Rusia y exigen que tomemos medidas inmediatamente», señaló el comunicado de la cancillería.
El CFE, firmado en 1990 y modificado en 1999, instaura límites precisos en el acantonamiento de tropas y armas pesadas desde la costa del Océano Atlántico hasta las montañas Urales en Rusia, un gigantesco acuerdo que permitió resolver el enfrentamiento de la Guerra Fría.
El presidente Vladimir Putin, para el cual ha sido una prioridad restaurar el poderío militar de Rusia, firmó el mes pasado un decreto ordenando la suspensión de la participación en este tratado.
Esta suspensión significa que las tropas pueden ser ahora desplazadas en el país sin notificar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El ministerio de Relaciones Exteriores dijo que Rusia ya no estaba «constreñida por las limitaciones a los desplazamientos de armas en sus flancos». Sin embargo, la cancillería agregó una nota tranquilizadora, al afirmar que «actualmente no tenemos planes de acumular armamentos masivos en las fronteras de nuestros vecinos».
Teóricamente, Rusia puede volver al tratado en cualquier momento, pero los analistas afirman que esto es improbable debido al incremento de las tensiones entre el Este y el Oeste.
La partida del CFE se suma a la amenaza rusa de abandonar el tratado sobre las Fuerzas Nucleares Intermedias (FNI), así como a la tensión relativa a los planes norteamericanos de instalar un escudo antimisiles en dos miembros de la OTAN, Polonia y la República Checa.
Una de las principales críticas de Rusia al FCE es que la OTAN no ratificó la versión del tratado enmendada en 1999, que tomaba en cuenta los enormes cambios ocasionados por el derrumbe de la Unión Soviética.
Los países miembros de la Alianza Atlántica sostienen que no pueden ratificar la versión de 1999 porque la presencia de tropas rusas en las ex repúblicas soviéticas de Georgia y Moldavia viola el tratado. Rusia desmiente esta acusación.
Por otra parte, Rusia hizo presión para que se modificasen las limitaciones del FCE al movimiento de tropas hacia el flanco europeo y occidental de ese gigantesco país.
Rusia también quiere que países bálticos como Estonia, que otrora integró la Unión Soviética y por lo tanto el Pacto de Varsovia, adhieran al FCE.
Varios observadores dijeron que la larga lista de problemas hace que es difícil que el FCE vuelva a ser aplicado. «El tratado está muerto», sostuvo el analista militar Pavel Felgenhauer.
De acuerdo con Felgenhauer, «es prácticamente inevitable que Rusia comience a mover a sus tropas hacia el oeste, en primer lugar a las fronteras de los Estados del Báltico».
«Desde el punto de vista económico, tiene mucho sentido mover fuerzas de Siberia al distrito de Leningrado, porque cuesta el doble o el triple mantenerlas en Siberia. También enviará una fuerte señal a Occidente. Rusia sólo puede salir ganando en esta situación», explicó.