Rufino Tamayo


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En la historia de la pintura latinoamericana hay artistas que, por su genialidad y profundidad de sus temas y composiciones, ocupan un merecido lugar de honor. El mexicano Rufino Tamayo es uno de esos referentes artísticos en el desarrollo de la pintura del siglo XX.

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Héctor Camargo
Heki06@gmail.com

En efecto, culto lector(a) observamos que con Rufino Tamayo se inicia una especie de ruptura estética –pero también ideológica- con las ideas artísticas que predominaban en la primera mitad del siglo XX. Particularmente en México en tanto metrópolis cultural. Dicha ruptura concierte, sobre todo, al movimiento pictórico del Moralismo. Señalemos que éste era un movimiento pictórico fuertemente influenciado por parámetros ideológicos. Y en estrecha relación a un proyecto político socialista de carácter puramente marxista. Por lo tanto, Rufino Tamayo se nos presenta como una especie de oveja negra del arte. Un artista independiente. Pero, sobre todo, exento del castrante fanatismo ideológico y respetuoso de la libertad individual.
 
Primeros años
Rufino Tamayo es un pintor mexicano, de origen provincial. Nació en la Oaxaca en 1899 y murió ya bastante viejo en la ciudad de México, a la edad de 92 años. Bien podríamos decir que los primeros años de vida del pintor fueron un tanto tristes. Sobre todo, debido a la muerte de su madre y, previamente, al abandono de la familia por parte de su padre. O sea, con muy pocos años de vida Tamayo se quedará prácticamente huérfano.

Algunos han criticado una supuesta apoliticidad de Rufino Tamayo y su falta de participación en los movimientos políticos mexicanos de la época. Ciertamente, una característica interesante en Rufino Tamayo es su rechazo de participar o identificarse con cualquier tipo de corriente artística o política. En particular, sus contemporáneos – Diego Rivera y Alfaro Siqueiros y José C. Orozco- le criticaron su poca participación en las aventuras políticas de tipo comunista o trotskista de su tiempo. Nuestra opinión es que Tamayo era un artista muy crítico y alérgico a cualquier tipo de fanatismo político. Sobre todo, debido a que sus compañeros de ruta, los muralistas, a menudo enarbolaban posiciones políticas ortodoxas.

Sin embargo, está documentado que Tamayo, en 1935, se unió a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, que era una asociación de artistas izquierdistas, muy influenciados por el marxismo y, particularmente, con tendencias estalinistas. En ese entonces, la tendencia más radical era esa del pintor David Alfaro Siqueiros quien, dogmáticamente, estaba en contra de la llegada de Trotski a México como refugiado político.

Nueva York
La carrera artística de Rufino Tamayo es muy interesante. Sobre todo, debido a que a diferencia de muchos pintores mexicanos y latinoamericanos, quienes siempre buscaron o se sintieron atraídos por la Ciudad Luz, París, Tamayo no emigra a Europa, sino a Nueva York. Aquí es donde Tamayo, en 1926, tendrá su primera exposición individual con una serie de lienzos, acuarelas, grabados y dibujos. Y es importante señalar que su viaje a Nueva York fue una especie de fuga de México. Debido a que para ese entonces los conflictos con los muralistas –Diego Rivera, Siqueiros y Orozco- se habían agravado. Estos, a causa de las opiniones políticas de Tamayo, lo acusaban de traidor.

Los conflictos con los muralistas eran tan fuertes que, sin duda, Tamayo tuvo miedo y prefirió salir de México e irse a los EE.UU. Y hoy es posible afirmar que sus miedos no eran infundados, sino del todo reales. Debido a que tiempo después, uno de sus críticos, el pintor José A Siqueros, impulsado por su fanatismo ideológico, participó en el primer atentado terrorista para asesinar a León a Trotsky; ex líder y uno de los principales artífices de la Revolución Rusa de 1917.

La estadía de Tamayo en Nueva York fue bastante productiva pues será aquí donde entrará en contacto con las obras de los dos grandes  maestros de la pintura del siglo XX; tales como Henri Matisse y Pablo Picasso. Aunque también la influencia de Braque será importante en la consolidación de un estilo propio por parte del pintor mexicano.

Entre paréntesis, podríamos señalar que parece que París será siempre –por su cultura universal- una etapa obligatoria para cualquier artista. Y Rufino Tamayo no fue una excepción. Él también se fue a París. Sin embargo, muy tardíamente y no para conseguir fama o participar en algún movimiento artístico. El pintor mexicano fue a Europa únicamente para participar, ya como pintor famoso, en la Bienal de Venecia de 1950. Pero París, con sus museos, parques, teatros y puentes, fascinaron tanto al pintor que se quedó ahí durante casi una década. París, pensamos, fue su segundo refugio ante las controversias y críticas hacia su persona por su supuesta apoliticidad.

Obra
La obra de Rufino Tamayo incluye una vastedad de trabajos gráficos que abarcan infinidad de técnicas y una gran variedad de estilos artísticos. Su obra es una especie de canto, a través de colores intensos y vivos, de las tradiciones y del folclor mexicano. Flores, perros, mercados, músicos de calle y paisajes campestres, al lado de hombres y mujeres del pueblo, conforman el universo de personajes y temas representados en sus obras pictóricas. Es indudable que los temas de las pinturas de Tamayo guardan una estrecha relación con la cultura zapoteca de la cual el pintor era un tanto heredero.

Una de las primeras características que sobresalen en la obra de Rufino Tamayo es la marcada intención de crear un lenguaje estético, moderno, a través de una fusión de elementos de la cultura indígena, autóctona, con parámetros y circunstancias de la sociedad moderna. Y es en este sentido –y no solo en su significación política- que podemos afirmar que el conjunto de la obra de Tamayo es puramente vanguardista.
Otro aspecto importante en la obra de Tamayo es que, la crítica especializada le atribuye al pintor de ser uno de los inventores de la mixografía. Esto es una técnica de impresión sobre papel al cual, paulatinamente, el artista le añadirá un cierto relieve que, en lenguaje técnico, se llama profundidad y textura. Muchas de sus pinturas de perros son buen ejemplo de dicha experimentación mixográfica que, sin duda alguna, constituye un nuevo paradigma estético en el desarrollo del arte latinoamericano en general y mexicano en particular.

Por eso, fiel lector-a, si un día visita la ciudad de México tómese el tiempo y descubra el Museo Rufino Tamayo. Pero, prevenimos, no es un museo para apreciar la obra del pintor, sino para descubrir el arte contemporáneo. Es un museo de Arte Moderno internacional dedicado al artista.