ROMERíAS AL CRISTO NEGRO DE ESQUIPULAS


Templo de Esquipulas en el valle del mismo nombre en el departamento de Chiquimula. Su construcción se debe al arzobispo Pedro Pardo y Figueroa a mediados del siglo XVIII. De un barroco extraordinario, es el lugar más sagrado de peregrinación de la Guatemala contemporánea y de los cuatro pueblos que habitan este envoltorio mágico (Fotografí­a: Guillermo Vásquez González, 2009).

El camino de Esquipulas Las peregrinaciones al templo de Esquipulas, en el departamento de Chiquimula, para venerar al Cristo Negro, constituyen uno de los movimientos sociales de mayor profusión en el sur de Mesoamérica desde los tiempos prehispánicos hasta nuestros dí­as, simbiosis perfecta entre antiguas creencias prehispánicas y la fe cristiana.

Celso A. Lara Figueroa

Replica del Cristo Negro de Esquipulas que se encuentra en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Guatemala. Copia fiel del Cristo Negro de Esquipulas, tiene gran veneración para el 15 de enero desde la década de los años del siglo XX. Obsérvese el adorno elaborado por los feligreses para su fiesta conmemorativa. (Fotografí­a: Guillermo Vásquez González-2009-)

Es el sincretismo, el cristianismo animista guatemalteco en todo su esplendor. Las peregrinaciones a Esquipulas flanquean la Historia, desde las profundidades del mito antiguo hasta los rituales contemporáneos. Cambian los templos, pero las esencias de la creencia han permanecido por más de 700 años, desde 1200 d. de C. hasta nuestros dí­as, sin mayores modificaciones. En los tiempos antiguos, la actual Esquipulas fue habitada por el pueblo cho»rti», que pertenecí­a al señorí­o de Mictlán, cuyo mayor centro de peregrinación era un cerro llamado Esquisuchitl (tierras floridas, nahuatl; nacimiento del rí­o cho»rti»). Adoratorio donde se veneraba a Ek»chuak, deidad negra (el Señor Narigón), señor de los comerciantes, de los tlamemes cargadores del sur de Mesoamérica, cuya gracia era bendecir a los negociantes, en particular a los que trasegaban la sagrada sal negra de las montañas encantadas. A su templo convergí­an todos los caminos del sur de Mesoamérica. Se sabe que a esta región los grandes cargadores de plumas, sal, textiles, obsidiana y jade llegaban a ofrendar su suerte y de allí­ se repartí­an por los cuatro puntos cardinales de Mesoamérica y llegaban, incluso, al área andina, al sur del Nuevo Mundo. Los españoles utilizaron el contexto de este centro de peregrinaje como apoyo para la evangelización después del siglo XVI. Construyeron la primitiva iglesia católica sobre el centro del templo cho»rti», y solicitaron al escultor portugués Quirio Cataño en 1595 la elaboración de un Cristo en madera negra. El ensamblaje de la veneración a Ek»Chuak y el Cristo, ambos negros, hizo que a partir del siglo XVII el Señor de Esquipulas se convirtiese también en el señor de los comerciantes y «en una de las imágenes más milagreras» del mundo hispanoamericano. Los polvorientos caminos de Mesoamérica no alcanzaban para contener las multitudes que llegaban a venerar al Señor Negro, por lo que a mediados del siglo XVIII se construye un inmenso templo de corte barroco, que acoge a los peregrinos que parten desde entonces hasta nuestros dí­as a pie o a caballo, desde distintos puntos de Guatemala, México y Estados Unidos y caminan horas y dí­as, entre montañas y valles, hasta llegar a su destino. Postrados en el atrio, entran de rodillas con los alabados en los labios hasta llegar al camerino del Cristo Negro, donde estallan y resplandecen lágrimas de gratitud o consuelo. La fe al milagroso Señor de Esquipulas se profesa desde Estados Unidos hasta Colombia y los peregrinos, como serpientes emplumadas, se arremolinan en el templo el 15 de enero de todos los años para venerarlo en su dí­a. Milagroso señor, motivo de leyendas piadosas, vigila desde su inmenso templo para bendecir a los creyentes que acuden a borbotones a rendirle pleitesí­a desde las profundidades del mito, peregrinación que atraviesa siglos y fronteras y hoy sigue fresca y floreciente en la fe de los hombres de maí­z. Nueva Guatemala de la Asunción, viernes 15 de enero de 2010