El camino de Esquipulas Las peregrinaciones al templo de Esquipulas, en el departamento de Chiquimula, para venerar al Cristo Negro, constituyen uno de los movimientos sociales de mayor profusión en el sur de Mesoamérica desde los tiempos prehispánicos hasta nuestros días, simbiosis perfecta entre antiguas creencias prehispánicas y la fe cristiana.
Es el sincretismo, el cristianismo animista guatemalteco en todo su esplendor. Las peregrinaciones a Esquipulas flanquean la Historia, desde las profundidades del mito antiguo hasta los rituales contemporáneos. Cambian los templos, pero las esencias de la creencia han permanecido por más de 700 años, desde 1200 d. de C. hasta nuestros días, sin mayores modificaciones. En los tiempos antiguos, la actual Esquipulas fue habitada por el pueblo cho»rti», que pertenecía al señorío de Mictlán, cuyo mayor centro de peregrinación era un cerro llamado Esquisuchitl (tierras floridas, nahuatl; nacimiento del río cho»rti»). Adoratorio donde se veneraba a Ek»chuak, deidad negra (el Señor Narigón), señor de los comerciantes, de los tlamemes cargadores del sur de Mesoamérica, cuya gracia era bendecir a los negociantes, en particular a los que trasegaban la sagrada sal negra de las montañas encantadas. A su templo convergían todos los caminos del sur de Mesoamérica. Se sabe que a esta región los grandes cargadores de plumas, sal, textiles, obsidiana y jade llegaban a ofrendar su suerte y de allí se repartían por los cuatro puntos cardinales de Mesoamérica y llegaban, incluso, al área andina, al sur del Nuevo Mundo. Los españoles utilizaron el contexto de este centro de peregrinaje como apoyo para la evangelización después del siglo XVI. Construyeron la primitiva iglesia católica sobre el centro del templo cho»rti», y solicitaron al escultor portugués Quirio Cataño en 1595 la elaboración de un Cristo en madera negra. El ensamblaje de la veneración a Ek»Chuak y el Cristo, ambos negros, hizo que a partir del siglo XVII el Señor de Esquipulas se convirtiese también en el señor de los comerciantes y «en una de las imágenes más milagreras» del mundo hispanoamericano. Los polvorientos caminos de Mesoamérica no alcanzaban para contener las multitudes que llegaban a venerar al Señor Negro, por lo que a mediados del siglo XVIII se construye un inmenso templo de corte barroco, que acoge a los peregrinos que parten desde entonces hasta nuestros días a pie o a caballo, desde distintos puntos de Guatemala, México y Estados Unidos y caminan horas y días, entre montañas y valles, hasta llegar a su destino. Postrados en el atrio, entran de rodillas con los alabados en los labios hasta llegar al camerino del Cristo Negro, donde estallan y resplandecen lágrimas de gratitud o consuelo. La fe al milagroso Señor de Esquipulas se profesa desde Estados Unidos hasta Colombia y los peregrinos, como serpientes emplumadas, se arremolinan en el templo el 15 de enero de todos los años para venerarlo en su día. Milagroso señor, motivo de leyendas piadosas, vigila desde su inmenso templo para bendecir a los creyentes que acuden a borbotones a rendirle pleitesía desde las profundidades del mito, peregrinación que atraviesa siglos y fronteras y hoy sigue fresca y floreciente en la fe de los hombres de maíz. Nueva Guatemala de la Asunción, viernes 15 de enero de 2010