Ayer en la mañana murió el ingeniero Roland Castillo Contoux, uno de los profesionales más destacados que yo he conocido y a quien le tuve siempre un enorme cariño y admiración. Conocí a Roland en la Municipalidad de Guatemala durante la administración de Manuel Colom Argueta y recuerdo el enorme respeto que se le guardaba por sus credenciales académicas. Yo había sido compañero de su hijo mayor, Roland, tanto en el Liceo Guatemala como en La Salle y posteriormente estrechamos mucho la relación cuando el segundo de sus hijos, Boris, se convirtió en mi concuño y, en muchos sentidos, mi hermano.
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Pero por si no hubiera sido suficiente su enorme talento profesional, de Roland hay que decir que fue, sin duda alguna, uno de los funcionarios públicos más correctos y probos de la historia del país. Tuvo bajo su responsabilidad todo el sector eléctrico al terminar el gobierno de Romeo Lucas, durante el cual se usó al INDE como fuente de enormes negocios. Posteriormente ocupó una de las carteras en las que se han realizado enormes aunque sigilosos negocios que tienen que ver con la minería y los combustibles. Como Ministro de Energía y Minas del primer gobierno surgido al amparo de la vigente Constitución de 1985, su desempeño fue absolutamente intachable, cosa en verdad extraña en nuestros tiempos y sobre todo comparada con lo que han hecho muchos de sus predecesores y sucesores, porque si en algún lado se hacen trinquetes de gran calibre es en ese ministerio al que poco se le pone el ojo. Cierto es que la suya fuera una generación en la que, con las excepciones del caso, aún se valoraba la decencia como algo fundamental de la personalidad, pero, además, tenía una actitud ante la vida en la que hacer bien las cosas era mucho más importante que amasar fortuna. Desde sus inicios como destacado estudiante y deportista y luego ya como ingeniero caminero involucrado en la construcción de la Ruta al Atlántico, hasta el final de sus días, la vida de Roland se marcó por esa forma decente de comportarse en todo el sentido del término. Pudo haber amasado enorme fortuna si tan sólo hubiera hecho lo que casi todos hacen, pero la formación que recibió de sus padres, los maestros Ricardo Castillo y doña Georgette Contoux de Castillo, cimentó de tal manera sus valores que hizo de la honestidad uno de sus mayores estandartes. Hace poco tiempo Roland sufrió la muerte del mayor de sus hijos y lo vi devastado y ese corazón que ya le había dado problemas varios años antes, volvió sin duda a resentirse. Ayer, en el día de cumpleaños de su esposa Consuelo Camino de Castillo, se fue de este mundo. El día anterior había compartido con su familia una celebración anticipada del onomástico. Deja un enorme vacío no sólo en su entorno familiar sino entre muchos amigos que le queríamos y respetábamos por su hombría de bien, caballerosidad y decencia. El país pierde a uno de sus hijos más devotos, siempre dispuesto a servir a la Patria y eternamente preocupado por los avatares de un país que no parece encontrar la ruta. No es fácil recomendar resignación a Consuelo, sus hijos y sus nietos, pero si algo reconforta es saber que cumplió con la vida, con sus principios y con su familia a la que deja un legado muy grande con ese su comportamiento transparente que es tan extraño para los parámetros de hoy.