Robocop, ¡¿dónde estás?!


Uno de nuestros dogmas modernos es que la televisión se ha convertido en la principal fuente de modelos para nuestras sociedades.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Sus mecanismos para la adopción de patrones es su objetivo fundamental; y, aunque los intelectualoides hacen deméritos contra la televisión (y los medios audiovisuales, como el cine), argumentando que es «la caja boba», simplemente se están anulando una parte importante de nuestra cultura.

Desde el inicio de la televisión, especialmente en Estados Unidos, ésta tení­a tintes moralizantes. Luego, aprovechando su poder de convencimiento, se ha utilizado para marcar modas, tendencias y gustos. Y, no debemos negar, además, que la misma televisión también ha influido en la polí­tica, economí­a y hasta la misma cultura; sin embargo, con esto no hablo de los noticieros o de ls programas de opinión y de entrevistas. Me refiero, más bien, a los programas de cultura popular: las telenovelas, las caricaturas y las series de acción, en especial los programas estadounidenses.

Si hacemos memoria de hace algunas décadas, las series de acción que proyectaba la televisión nacional: «El auto fantástico», «El Santo», «Los Magní­ficos», «Miami Vice», «Chips», «Rambo», «McGyver» y, en fin, una centena de series más, tení­an como factor común que el o los protagonistas (eso sí­, todos hombres) eran una especie de súper policí­as que evadí­an el sistema de justicia y de una vez enviaban a los «malos» a la cárcel.

No está de más resaltar que, sin duda, los actuales polí­ticos, tienen aún metido ese esquema «justiciero» de la seguridad democrática; si no, basta con observar las actuales acciones, en donde se fortalece a la PNC a punta de Ejército, mientras que la investigación del MP y, peor aún, los juicios en Tribunales, dan mucha pena.

Me imagino que los pensadores estadounidenses habrán observado el error en esas series de policí­as mesiánicos, y empezaron a desarrollar programas en donde se revelara más el trabajo de la investigación criminal (como «CSI» o «Tru calling») o de los abogados litigantes en Tribunales (como la serie rosa «Ally McBeal»).

Lamentablemente, este modelo aún no ha sido asimilado por los polí­ticos actuales. Basta iniciar con el hecho de que la propuesta de la UNE se cansó en decir que fortalecerí­a el sistema de justicia, pero en el Presupuesto 2008 el MP y el Organismo Judicial tiene menos fondos de lo esperado.

¡Y eso que evadimos esa propuesta de «mano dura»!, que buscaba, a la manera de «Hunter», encarcelar a cualquier sospechoso sin necesidad de juicio. Visiblemente, la población guatemalteca está empezando a creer un poco más en la justicia, en vez de esperar un sucesor de Jorge Ubico.

Y, al final, ¿de quién depende este cambio de visión? Pues, a mi parecer, le corresponde al Ministerio de Cultura y Deportes, institución creada por los artistas e intelectuales, pero que no ha hecho mucho más que administrar las entradas monetarias de los parques nacionales, reparar los edificios artí­sticos y fomentar algunas actividades de arte.

Desde nuestra visión, heredada a través de la televisión estadounidense, creemos que la cultura se refiere sólo a las actividades artí­sticas; sin embargo, desde otro punto de vista, por ejemplo desde el Marxismo, cultura realmente es todo: la base (cultura material) y, sobre todo, la superestructura (cultura espiritual).

No sé cómo, pero el Ministerio de Cultura deberí­a ser el regente de ideologí­as y expresiones (tanto artí­sticas, culturales, económicas, polí­ticas, etc.); me imagino que deberí­a dar cabida a verdaderos analistas de cultura, quienes deberí­an empezar por dar variedad a las expresiones transmitidas en la televisión, la música y el cine, para que no sigamos creyendo que sólo Robocop nos puede salvar de la inseguridad.

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