Robar o no robar es la pregunta


La sociopatí­a se caracteriza por  pérdida de empatí­a, conducta fuera de los cánones morales y la transgresión de la norma. En la actualidad existe un medio social favorable para el desarrollo de este tipo de personalidades, cuya causa  estriba en el deterioro del ejercicio moral y de la credibilidad por parte de las personas, en las diversas instituciones así­ como a la distorsión de la  imagen de modelos ideales a seguir como ejemplo de conducta.

Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
crismodenesi@gmail.com

La empatí­a es una  habilidad práctica para la vida, ya que a través de ella se reconocen los sentimientos de las demás personas y se llega a la comprensión del por qué se sienten de tal o cual manera.  Se adquiere aquel sentimiento cuando alguien se imagina el resultado de un suceso estresante en función propia y se considera que de manera similar puede afectar la vida de los demás.

De tal forma que cuando apreciamos la tristeza de persona alguna, aquella repercute en nuestras emociones y es así­ como nos percatamos de las posibles circunstancias que la han desencadenado.   No significa exactamente que sintamos lo que los otros experimentan, sino que se explica porque somos capaces de percibir los sentimientos de los demás; y esta sensibilidad humana crea un eco en nuestro ser y una respuesta de compasión ante lo vivido por ese otro.

La conducta fuera de la moral  con  el rompimiento de las normas de convivencia social es lo nuclear en la sociopatí­a. Debido a que estas normativas se establecen para asegurar la protección de los derechos  de cada integrante de la sociedad.

Los desordenes de personalidad antisocial o sociopático quebrantan las normas sociales y su capacidad empática se encuentra menoscabada.  En el desarrollo de la personalidad existen factores que la establecen en el ámbito de lo biológico como la genética, en el área de lo psicológico con las  diferentes experiencias y por último a nivel social, con la consolidación e integración de la familia, la comunidad, las instituciones e imágenes reflejas como modelos de conducta a seguir.

Las distintas instituciones sociales (familia, Iglesia, escuela, Estado, administración pública, gestión privada, ámbito académico, etc.), en la época moderna se encuentran en un momento crí­tico cuando se hace evidente  la existencia de manifestaciones de una doble moral y la falta del ejercicio de valores y virtudes humanas.

Se plantea, en consecuencia, una disonancia con la sensatez moral  en la medida que el discurso se aparta de la realidad.  Ejemplo: Existe el mandato de no robar, el cual ha sido visto como un acto de honor y de ribetes religiosos. Pero ahora, el no robar se le matiza de tontera cuando se cae en el siguiente dilema: ¿Por qué no robar si es tan fácil? Además, si todo mundo lo hace y no pasa nada.

También el robar o cuando menos hacer de vista gorda ante esta situación es un mecanismo de supervivencia con mayor sofisticación.  Derivado de que la norma ejercida por un grupo social se llega a establecer como dictado de comportamiento; que si no se sigue por alguien en especí­fico corre los riesgos de aislamiento, de amenaza a su estabilidad laboral y económica e incluso a su integridad personal y/o familiar.  Entonces gente decente se convierte en delincuente.

El robo en algunas ocasiones no se cree como tal, ya que, las personas no hacen más que tomar lo que consideran que bien merecen y les corresponde dada su territorialidad y estatus. La conciencia se encuentra dirigida hacia un bienestar personal sin importar argumentos morales acerca de los demás.  Hay una generalización de que todos somos ladrones y es allí­ donde se aplica el dicho: «Ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón», entonces…. se sigue robando.

Los lí­deres de una sociedad juegan un papel significativo en la creación de una imagen a seguir para cumplir normativas. Cuando se hace obvio que es más fácil violar las leyes ostentando una posición de poder y que éstas se hicieron para los demás, es cuando se capta un retrato contradictorio del deber humano.

Así­ como las bacterias crecen en cajas diseñadas para su cultivo, las personalidades antisociales prosperan en sociedades propicias para su desarrollo.