Cuando Clodomiro Parra habla del proyecto canadiense para explotar la mayor reserva de cobre en Ecuador, piensa en ríos de progreso, mientras su vecino Roberto Aucai también piensa en ríos, pero de sangre.
Los dos viven en El Pangui (palabra de origen shuar que significa boa), una localidad del sur del país próxima a la cordillera del Cóndor, frontera natural con Perú.
Casi a diario coinciden en el mismo aparcamiento, estrechan las manos y de no ser por sus posiciones frente al cobre, nadie notaría el trato tenso entre ellos.
En los alrededores del lugar donde viven, la canadiense Ecsa aguarda a que le sea retirada una suspensión para ejecutar el proyecto minero más ambicioso en la historia de Ecuador: la extracción por 17 años de 2.200 millones de libras de cobre.
Estudios preliminares citados por el gobierno indican que el país podría tener más reservas de cobre que Chile, primer exportador mundial. En 2006 Ecsa fue obligada a detener sus operaciones luego de que el Ejército disolvió una marcha de indígenas que intentaban ocupar sus instalaciones.
Parra y Aucai tienen una versión diferente de lo ocurrido, así como sobre las cifras que rondan el plan de Ecsa, que en su intento de allanar el camino ideó el que llama un «trato justo para todos».
«Ecuador recibirá una inversión de 533,4 millones de dólares en 17 años, con un impacto directo en su economía de 126,9 millones de dólares al año en impuestos, utilidades y gastos», dijo Ian Harris, vicepresidente de operaciones.
«Y en empleo estamos hablando de unos 2.947 puestos directos, indirectos e inducidos», agregó.
Pero Aucai ya no cree en multinacionales. Fue minero y tras esa experiencia asegura haberse desencantado de tres cosas: la abundancia, las buenas intenciones de las empresas extranjeras y la compatibilidad entre naturaleza y minería.
«Para que se haga minería en la cordillera del Cóndor tendrán que pasar por los cadáveres de los ciudadanos. O como dicen las compañeras: correrá sangre antes que cobre», manifestó el dirigente de un movimiento opuesto al proyecto.
Aucai aseguró estar al frente de «miles de personas» que rechazan la extracción del cobre a gran escala por ser «altamente contaminante y generar pobreza y muerte».
En Ecsa nadie oculta que será deforestada una parte de bosque, aunque su compromiso es el de sembrar cuatro árboles nativos por cada uno talado.
«La mina se levantará en 600 hectáreas, lo que equivale al 0,05% de la superficie total de la provincia de Zamora Chinchipe (sur). Después de 20 años de producción, el área quedará recuperada y donde hubo un cráter quedará un lago», afirmó Harris.