Cuando los comunistas triunfaron en 1975, la última dinastía de Vietnam, los Nguyen, fue fustigada como feudal y decadente, pero más de 30 años después, el país rinde homenaje sin complejos a su pasado real, en el festival artístico de Hué (centro).
Artistas y grupos de 23 países se desplazaron hasta la antigua capital imperial de Vietnam para este festival organizado cada dos años desde el 2000.
Ayer al amanecer, en la ciudadela clasificada patrimonio mundial de la UNESCO, 900 actores se vistieron con los trajes de mandarines y altos funcionarios de la Corte para una reconstitución de la ceremonia ancestral del Nam Giao.
«Los emperadores orientales se veían ellos mismos como los hijos del cielo y de la tierra, en este ritual rinden homenaje a sus ancestros», explica Huynh Thi Anh Van, experto en el Centro de conservación de monumentos de Hué.
«En el pasado, sólo los mandarines de alto rango y los miembros de la familia real eran autorizados a estar en la Ciudadela. Los rituales eran muy secretos. En el festival de Hué, la gente puede hacerse una idea de lo que era la vida de la corte», añade.
La ciudadela, feudo de la derrocada dinastía de los Nguyen hasta 1945 cuando abdicó el emperador Bao Dai, pagó un precio muy caro durante la ofensiva del Tet (el nuevo año lunar) lanzado en 1968 por los comunistas durante la guerra del Vietnam.
Pero el martes en la noche, durante la ceremonia de apertura de este festival de nueve días, las explosiones que se oyeron fueron las de los fuegos artificiales.
Bailarines y cantantes tradicionales se presentaron al lado de artistas procedentes de Francia, la antigua potencia colonial, así como también de Bélgica, Japón, China y Corea del Sur.
Para agregar algo más al toque real, Hué acaba de reabrir otro sitio simbólico, la residencia veraniega del penúltimo emperador, Khai Dinh, conocido por su pasión por los fastuosos decorados versalleses.
Al terminar la guerra, cuando el palacio servía de albergue a los refugiados, las tapicerías de seda estaban degradadas y las pinturas murales cubiertas con cal. Un proyecto de cooperación alemana permitió restaurar 1.700 metros cuadrados de ornamentos.
Para Michael DiGregorio, de la fundación Ford, uno de los patrocinadores del festival, el tono real dado a este festival es un signo de los tiempos que cambian en Vietnam.
«Vietnam es ahora un actor de la economía mundializada y como cualquier otro país, quiere presentarse como una nación que tiene una larga historia, y tradiciones», explicó.