Rincón LITERARIO



Cuento

José Batres Montúfar

Una vieja soltera se morí­a

y sin cesar pedí­a

al confesor que estába cerca de ella

la palma y la corona de doncella;

y su afán era tanto

que era capaz de impacientar a un santo,

aunque no lo mostrase el padre cura,

hombre muy ponderable de dulzura.

Una de tantas veces, sin embargo,

que estaba repitiéndole el encargo

nuestra virgen anciana

por centésima vez en la mañana,

aburrido el pastor de aquella tema

a la vieja le dijo con gran flema:

«Mire, tí­a Pascuala, que la cosa

es algo peligrosa,

pues si su doncellez no es verdadera,

y la van a enterrar de ésta manera

cubierta con insignias virginales,

el menor de sus males

será ir al infierno en cuerpo y alma

tan sólo por la culpa de la palma;

mí­rese bien en ello, madre mí­a,

y no le salga cara su porfí­a.»

«El Señor, le responde, me es testigo

que no reza conmigo

eso que usted acaba de decirme.

¡Si por algo no temo yo el morirme…!

Ello…al fin…es del todo…indiferente,

Pero…mejor será…porque la gente

no vea…vanidad en mi persona,

que me entierren sin palma ni corona».