Rincón LITERARIO



Polvo Enamorado

Carlos Illescas

Los arroyos puros

se adormecen al són del llanto mí­o

y, a su modo, también se duerme el rí­o.

Al sueño, Quevedo

Llamó a la puerta un dí­a, el mar. Sedujo,

entre las olas solo, la agoní­a.

Llamó a mi puerta solo el mar un dí­a;

pero entendí­ la noche que produjo.

Entre las altas ondas me condujo,

llamas de sombra, su melancolí­a;

y aquella blanca nave sólo mí­a,

a ser ajena noche se redujo.

Hoy que lo entiendes, dime amor cuál rí­o,

camino en movimiento, es quien me nombra

en olas tristes que tu arena apura.

Responde con pasión al labio mí­o

antes que al rí­o el mar un dí­a, sombra

conceda. Y a tus ondas sepultura.

Después del sueño, el sueño. Acrece un punto

el universo demencial. Urgencia

de un invisible dardo: su impaciencia,

su camino, su blanco, su conjunto.

El juego de vivir es otro asunto,

más rata, más amor, más penitencia

sin universo y dardo, sin demencia,

más al fondo, ay, de un í­ntimo difunto.

¿Y antes del sueño cuál -decid- cauterio

de hielo prenatal escalda el dí­a,

su espejo, su calvicie, sus desiertos?

La respuesta descubre un cementerio

más hueso enamorado que agoní­a

de los sueños que sueñan a sus muertos.

Razona el fuego. En rojo ramo ofrece,

huraño, flores a la sombra. Vela,

en barca trascendido, flota, vuela.

Pulsa el fulgor del mar donde se cuece.

Luego es cenizas, llaga. Desmerece,

bocas sin fin, sus flores. Le desvela

un sueño en otra sombra; se congela,

luz sin llama en el labio que estremece.

Es sin embargo, amor, más decidido

infierno; porque a un beso moribundo,

un cálido estertor al mar indaga;

y en su fondo epitafia, trascendido,

otra llama, otra boca y otro mundo,

en sueño, en ascua, en mar, en beso, en llaga.

Con golpes de ceniza me reprendo.

Yo soy la llaga. Azote mi letargo.

Vuelvo a la vida, creo, sin embargo,

el pan que como a mí­ me está comiendo.

De un horno alucinado me trasciendo.

Las ascuas lamo. Soy su perro amargo.

Y mientras gruño, sobre el hombro cargo

la llaga del mendrugo en que me enciendo.

Vuelvo a la vida, creo. Miro en tomo

a Cristo calcinado. La locura

del pan sin lengua. El can en ascua y grito.

Su hueso enfermo. La fealdad del horno.

El muslo de la virgen, levadura.

La puta muerte, su hambre. Su infinito.