Digo yo soy…
Alejandro Marré
Digo yo soy
y el cosmos responde
con una pólvora de instantáneas gratuitas,
me gano la vida sonriendo,
llorando,
diciendo que sí
cuando todos dicen que no.
Escribo un poema simple,
lleno de agua clara y cigarrillos,
caricatura de un tiempo otro, distinta la retina que captura.
Escribo palabras suaves, minerales o tardes de sol rojizo,
silencios entre letras y comas azarísticas
que nos plantean corredores, estancias,
momentos para tomarse un café y no hablar al respecto.
Escribo un poema simple,
uno lleno de frutas y gente que no muere,
uno que se queda sentado al final del día,
con el sol de las cinco de la tarde,
uno de madrugada sin empleo, sin hambre.
Uno de bodegones pastel aunque los odie
Escribo y no pienso nada,
solo escribo cosas sencillas,
lo gratuito del silencio,
dios en las alcobas de arriba,
el espacio abierto de un campo que no es de nadie,
y nadie nos molesta de mañana.
Dormirse, abrir la boca y mascar tabaco,
esperar a una señorita en un café,
respirar el perfume de un fantasma.
Escribo las cosas sencillas que caben en mi hoja,
una arrancada de los libros que no tengo que comprar,
ni extrañar, ni leer, ni escribir.
De otros poemas está hecha la historia,
de las palabras sueltas que no cabían en los libros,
de silencios entredichos o de condenas migratorias
que se volvían tachones o memorias elucubradas
sin sentido en una noche sin trama.
Amarte es una pelea de cocodrilos mansos
que matan con la boca apretada,
el río terco que prosigue,
las víctimas que no regresan.
Amarte es una noche de tráfico
y lentejuelas de chicas groseras
que vienen a pedirme fuego
con la nariz chorreando.
Amarte es tan solo
un eco de fantomas grises desvaneciéndose por momentos.
Es eso que persigue a mi sombra
que se ha muerto ya
desde que no volteo de noche
con las luces encendidas.
Amarte tiene ganas de morir,
o de nacer en otros vientres,
con otros nombres,
con otros amartes menos transitorios.