Rincón LITERARIO



Cuentos cortí­simos

Rudy Alfonzo Gomez Rivas

LAS MARIPOSAS

Cuentan que algunas mariposas anteponiendo su orgullo a la vida llena de colores que les tocó vivir; colores que según ellas no podí­an lucir por moverse tanto y a veces sin sentido. Decidieron hablar con Dios: – No podemos ser observadas, nos movemos muy rápido, pareciera que somos un manojo de nervios con alas.

El dí­a terminó, la noche se hizo eterna; más de lo normal.

En los campos amanecieron flores. Dicen que cuando una mariposa fugazmente se posa sobra una flor, le susurra a los oí­dos palabras de consuelo.

¿SER O NO SER?

Y el ¿Quién es? Pregunté.

– Tu abuelo, respondió mi madre, mientras se alejaba con mi tí­a a recorrer los alrededores de la casa.

Yo seguí­a ahí­ parado frente aquel misterioso cuadro, en el aire se podí­an ver y sentir las preguntas, que en ese momento la soledad no era capaz de responder.

Mi abuelo, dije? para mis adentros, por fin te conozco, monologaba, mientras el cuadro me miraba y yo respondí­a con miradas de sorpresas, de actitud de asombro todaví­a.

El cuadro prendido a la pared que esporádicamente era visitado por una araña, -dicho sea de paso sus telarañas hací­an que el cuadro no se cayera- en su interior la fotografí­a del abuelo, con su mirada perdida como queriendo alcanzar otra vez el tiempo, su piel arrugada que me imagino sirvió de canal para el sudor de su frente, con su cabello y su barba escondiéndose poco a poco por haberle robado el color a la plata.

Con mis pies aún amarrados al piso, cuando una idea como penetrante aguja fulminó mi cerebro: Se combinaron la alegrí­a y la tristeza de que algún dí­a detrás del horizonte lejano, alumbrado aún por el sol, adormecido por las estrellas; me convierta también en abuelo.

EL GRITO

Hubo una vez un grito que salió con toda su fuerza. Se convirtió en héroe de repente, evitó que rodara la lágrima.

GOLONDRINAS TRISTES

Cierta vez una joven muy hermosa al estarse peinando, se escapan dos de sus cabellos del peine que sutilmente su mano sostení­a. En ese ir y venir los cabellos son atrapados por el viento. Desde entonces vuelan golondrinas tristes hacia el horizonte gris.