Rincón LITERARIO



Sí‰PTIMO

Manuel José Arce

Tus nobles manos buenas.

Tus manos dulces sobre mi veneno.

Qué llamas tibias, compañera,

entre agujas de invierno.

Qué dos brasas serenas.

En ellas el milagro que sólo mi alma y yo sabemos.

El cielo limpio en ellas.

Pósalas, compañera, como dos alas médicas

sobre el turbio hemisferio

de mi cabeza.

Sobre el dolor que tengo

de no ser Dios y sobre mis tormentas,

posa tus manos dulces de silencio,

quietas de amor, grávidas y eternas.

Siembra la fe en mi frente igual que un trigo bueno

con tus manos morenas.

Puerto de paz tus manos en mi pecho.

Como dos puertos son, como dos puertas

luminosas al cielo

que siempre están abiertas.

Soy el marino loco, ebrio de viento.

Vengo del mar oscuro, compañera.

a sal me sabe el sueño.

Traigo las manos viejas.

Soy tu marino amargo que vuelvo de los mares de los muertos

con la proa encendida y encendidas las velas

tras apagar los fuegos de San Telmo.

Vengo a tus manos plenas,

a tu profundo pecho

terrestre y generosa, compañera.

Vengo

al puerto de tus manos que es la tierra

firme en que tengo

hijo y cosecha,

amor, fuego

de hogar, semilla plena,

jubiloso arado, pecho tranquilo y fuerte, raí­z, suelo,

agua clara y noble sal para mi mesa.

Y limpio, casto don para mi lecho.

¡Qué llamas tibias, qué brasas serenas,

qué dulces alas de sereno vuelo

tus manos en mi alma, compañera!

Queda mi arboladura en este suelo.

Mi ancla en esta tierra.