En el tórrido marco electoral surge a la palestra Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz; por fin dio a conocer el movimiento político que la acompaña, Winaq, que significa «la totalidad de la persona humana». Lo integran líderes indígenas y ex funcionarios de varios gobiernos.
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Hace tiempo se menciona como presidenciable, y de llegar a cuajar su candidatura y triunfar tendría doble significado: primera mujer y primera indígena que ocuparía el solio tan deseado. Es objeto de señalamientos, incluso sin respetar su vida privada que termina siendo pública.
Si de derechos hablamos, le asisten los mismos, de acuerdo con el texto constitucional ciudadano de elegir y ser electa. Afirma cómo durante los 200 años de vida republicana los indígenas han sido electores, no elegidos, tema discutible puesto que diputaciones las han ocupado en cierto número.
Recordamos que en la administración arevalista ganaron curules y las ocuparon entre otros los señores: Augusto Sac Recancoj, Narciso Chuc Elías y Aquilino Menchú. El ingenio sancarlista, que no irrespeto, al referirse a ellos solían decir en el Nonostientes, «los arios del Congreso».
El hecho de asumir todo el poder aún no lo alcanzan, pese a tener mayoría, a título de capital electoral, por cuanto hasta el momento falta una auténtica cohesión. Ello no constituye y es atribuible a la discriminación tan llevada y traída, o también a un componente clasista con toda la barba.
Según puede sopesarse, da la impresión que Rigoberta Menchú, de entrada hace meros tanteos y toma el pulso popular, a veces parco en el elogio y muy severo en la crítica. Espera alguna propuesta antes, de lo contrario tendrá en Winaq la plataforma que la llevará en los comicios del 2011.
«Picó el hormiguero» asienta una columnista de elPeriódico (16-2-07) en el espectro que está sólo ganas, sin duda alguna, tampoco pueden ocultarlo. Sobre todo las clases dominantes de donde salen las candidaturas por regla general, que ya echó raíces hondas en nuestro entorno.