Inicialmente pensé que se trataba de un juego cibernético de adolescentes. Luego, me di cuenta que adultos jóvenes también estaban participando en el sistema. Y más tarde, hasta contemporáneos míos o más viejos que yo me invitaron a que formara parte de su red social virtual conocida mundialmente como Facebook, en la que interactúan parientes, amigos, conocidos, amigos de sus amigos, conocidos de sus familiares y cuanta persona disponga de tiempo para enviar y recibir informaciones generalmente frívolas, aunque también se incluyen notas y fotos que podrían considerarse de importancia, según los intereses de los sujetos involucrados.
Durante los días que estuve disfrutando de merecidas vacaciones fuera del país, acompañado de mi mujer y en casa de uno de mis hijos, pude enterarme de que muchos de sus amigos residentes en Guatemala estaban al tanto de nuestra permanencia en el extranjero, y de variedad de actividades de nuestro anfitrión y sus hermanos, por medio de (¿el?) Facebook.
Al mismo tiempo, me llegó por correo electrónico un mensaje enviado por mi amiga Mayra que contiene un análisis elaborado por el profesor salvadoreño Rigoberto Chinchilla, de la Universidad Norteamericana de Illinois, titulado «La Biométrica, Facebook y sus consecuencias», que comienza explicando que la biométrica es la ciencia de la autenticación por computadoras de la identidad de una persona por medio de sus características fisiológicas o de comportamiento; y al respecto lanza las siguientes interrogantes: ¿Qué pasará cuando necesiten de nuestra cara, nuestras huellas o nuestro iris para dejarnos abordar un avión, dejarnos usar un servicio público o simplemente permitirnos entrar al trabajo? ¿Sabe que si usted está en Facebook y sin su consentimiento ya su cara fue «scaneada» por un método de reconocimiento facial y sus características ya están en una base de datos? ¿Sabe usted exactamente entonces quién es el dueño de la biométrica de su cara y cómo podría usarse por un gobierno o empresa privada?
Después de abundar en detalles al respecto, el investigador señala algunos de los problemas que pueden ocasionar a quienes participan en las redes sociales virtuales. Por ejemplo, si una persona puede falsificar una partida de nacimiento y un pasaporte, será fácil que se matricule en un sistema biométrico de datos, sobre todo porque no se ha logrado aceptar por toda la comunidad científica la forma de medir la calidad de una característica biométrica, y el equipo en el mercado actual carece de estándares de calidad y autenticidad uniformes, lo que tiende a aceptar personas en unos sistemas y rechazarlas en otros, fuera de que no existen suficientes técnicos e ingenieros especializados en el área.
Si usted pierde su clave secreta o su tarjeta de crédito, se pueden sustituir si su biométrica es robada de la base de datos, de suerte que su seguridad estará en riesgo permanentemente; su cara puede ser fotografiada y registrada en una base de datos sin su consentimiento. Es probable que las minorías o razas no caucásicas se encuentren en desventaja en los sistemas biométricos, tomando en consideración que los individuos que no son de raza blanca tienden a ser confundidos o rechazados, so pretexto de medidas de seguridad nacional en Estados Unidos, de igual manera que la biométrica podría poner en desventaja a personas minusválidas, ciegas, amputadas, etc.
La ventaja de un sistema biométrico es que, aunque ninguno de ellos es 100 % confiable, en términos generales es más seguro que los sistemas de passwords o tarjetas de crédito, y su mayor beneficio es que disuade a delincuentes a cometer un crimen cuando la protección es provista por un sistema biométrico.
(El cibernauta Romualdo Tishudo creó su propia red social virtual y de inmediato envió su fotografía por medio de Facebook, pero por ser terriblemente feo lo rechazó el mecanismo del antivirus).