La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, viajará el próximo fin de semana a Medio Oriente donde mantendrá conversaciones con líderes de la región sobre el conflicto palestino e Irak, pero sus ambiciones son modestas.
La jefa de la diplomacia estadounidense «se reunirá con dirigentes de la región y analizará la forma de ayudar a las partes a avanzar hacia la resolución del conflicto israelo-palestino, continuar las discusiones sobre el futuro de Irak y otros temas regionales», según el departamento de Estado.
«Espero que este viaje esté más dedicado a poner los fundamentos de eventuales acciones futuras que a concluir acuerdos precisos», indicó Sean McCormack, portavoz del área de las relaciones exteriores estadounidenses.
Rice abandonará Washington el viernes, tras una semana cargada y marcada por el anuncio de la nueva estrategia estadounidense para Irak, en cuya elaboración participó intensamente, y por una jornada, la del jueves, dedicada a promover ese plan en el Congreso.
Entre el 12 y el 19 de enero Rice estará en Jerusalén, Ramala, Charm el-Cheikh (Egipto), Amman, Riad y Kuwait, y luego se detendrá en Londres y Berlín, de acuerdo con el departamento de Estado.
En Kuwait se reunirá con los cancilleres del «CCG 2», el grupo de países árabes moderados en los que la administración estadounidense piensa apoyarse para contrarrestar la influencia de Irán y Siria en la región, precisó McCormack.
El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) agrupa a seis monarquías petroleras: Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Arabes Unidos, Omán, Qatar y Bahrein. Egipto y Jordania se sumaron a ese grupo para formar el «CCG 2», que el año pasado se reunió en varias ocasiones con Rice en Nueva York, El Cairo, Riad y Jordania.
Poco después de su retorno, Rice volverá a subirse a un avión para participar, el 25 de enero en París, en una conferencia internacional de ayuda al Líbano, al margen de la cual tendrá lugar una reunión del Cuarteto para Medio Oriente (Estados Unidos, Unión Europea, ONU y Rusia).
Esta gira ocurre en un contexto difícil para la administración norteamericana, sometida a intensas presiones de la oposición demócrata, mayoritaria ahora en el Congreso, para que abandone Irak, donde más de 3.000 soldados estadounidenses perdieron la vida desde 2003.
Estados Unidos también está urgido por sus aliados árabes y europeos para que incremente sus esfuerzos para resolver el conflicto entre israelíes y palestinos, considerado un importante factor de inestabilidad en toda la región.
Desde su llamado de 2003 a crear un Estado palestino, Bush se ha involucrado poco en el conflicto israelo-palestino, consagrando casi todas sus energías a la guerra en Irak.
Desde la derrota de los republicanos en las elecciones legislativas de noviembre último y la divulgación en diciembre del llamado informe Baker, que establecía un vínculo estrecho entre la violencia en Irak y la ausencia de avances en el conflicto israelo-palestino, Rice prometió dedicar «mucha energía» a la paz en Medio Oriente.
Advirtió, sin embargo, que no tenía intenciones de hablar con sus enemigos –como le recomienda el informe Baker–, lo que reduce su margen de maniobra diplomática.
Washington no mantiene ninguna relación con Hamas, que controla el gobierno palestino, y al que Estados Unidos y la Unión Europea consideran un movimiento terrorista.
Desde hace un cuarto de siglo Estados Unidos tampoco habla con Irán, cuya influencia nefasta en Irak denuncia. Tiene intercambios mínimos con Siria y ninguno con el Hezbolá libanés, pro-iraní, que intenta hacer caer al primer ministro moderado Fuad Siniora en Beirut.