¿Desconoce usted la historia de la Iglesia guatemalteca? ¿Desea conocerla? Entonces este libro es para usted. Francamente, no tiene muchas opciones en este campo, los libros son escasísimos y, de verdad, una obra sistemática, breve, pero lo suficientemente ilustrada, no existe en el mercado. Este libro le dará la oportunidad para iniciarse en el estudio de la Iglesia local y barruntar algo de una comunidad de fe que desde los orígenes ha sido protagonista de la historia de este pueblo.
La Iglesia en Guatemala, para bien o para mal, ha estado presente en todos los momentos importantes del desarrollo del país. Al inicio, a través de la evangelización, la catequesis y la práctica sacramental, después, por medio de la educación y la cultura en general. La Iglesia católica es impensable al momento de hacer un balance del pasado. A ella se debe, en parte, los aciertos y los errores que se han cometido hasta ahora.
¿Deben estudiar la Iglesia, entonces, solo los allegados a los curas y los fieles en general? Probablemente no. La historia de la Iglesia deberíamos estudiarla todos para entender el mundo en que vivimos. Ignorar esta historia por resentimientos y prejuicios es un error que podemos pagar caro. ¿Cómo entender la sociedad actual ignorando la huella del cristianismo en la raíz de la cosmovisión de los grupos humanos? ¿Cómo dar un juicio adecuado a los hechos del pasado si no se comprenden los símbolos, la literatura y todo el imaginario que ?impuso? o ?compartieron? los primeros evangelizadores? Sería sencillamente casi imposible.
La historia de Latinoamérica en general no esta desvinculada de lo religioso. Las primeras órdenes misioneras dedicadas a la evangelización: mercedarios, franciscanos, dominicos y agustinos, conquistaron ideológicamente a este continente por lo que el trabajo investigativo de los orígenes del pensamiento de estas culturas (si las pensamos después de 1492) esta ligada inevitablemente al mundo cristiano.
Desde el mundo de la filosofía, por ejemplo, se sabe que sólo casi hasta mediados del siglo pasado, los pensadores comenzaron a ver el mundo desde otro ángulo distinto al escolástico. ¿Y antes de esa fecha? Antes la autoridad que enseñaba cómo era el mundo era santo Tomas, punto. Era la visión del ?doctor Angélico? la que privaba. Santo Tomas y Suárez eran los ?non plus ultra?. ¿Y que pasó con la ilustración, el romanticismo, la filosofía moderna, el positivismo y Husserl? Casi pasaron de noche. Pocos tenían acceso a la literatura y mucha de esta circulaba bajo de agua, lamentablemente no contaban con el ?imprimatur? que daba la Iglesia Católica.
La inquisición hizo su trabajo en estos países, el control de la ?sana doctrina? y el de la ?pureza de la fe?. Los controles en los puertos españoles para evitar que protestantes, judíos y musulmanes vinieran al nuevo mundo eran escrupulosos y el mismo trabajo se realizaba con no menos celo con una literatura que podía contaminar a una cultura recién inaugurada (según ellos). Así, cierta literatura solo era posible poseerla por contrabando. De no ser por este tipo de influencia, los próceres de la independencia no habrían encontrado un fundamento filosófico que los estimulara para realizar semejante hazaña.
Si bien el presente libro ha sido escrito por un hijo de la misma Iglesia, Bendaña Perdomo es jesuita, eso no quita valor a la obra. Esta primera parte de dos volúmenes captura los momentos fundamentales de la historia eclesial desde 1524 hasta 1951. Divide su trabajo en tres momentos: I. La Cristiandad (1524-1821); II. La Iglesia y el Estado (1821-1928); III. El pueblo de Dios (1928-1951). En el capítulo primero se abordan los temas relativos a la conquista, la creación de los obispados y las audiencias y, finalmente, una síntesis de la vida colonial. En el otro momento, se escribe sobre la Independencia, La República y La Reforma. Por último, se abordan los acontecimientos de lo que llama Bendaña ?la modernización?, especialmente lo que respecta a la Revolución de Octubre.
Al inicio de la obra el autor advierte que el presente trabajo fue realizado con rigor científico, ofrece algunas claves de comprensión y ciertas dificultades que deben superarse. Se reconoce cierto maridaje entre el poder civil y religioso y la consiguiente materialización de éste en algunas instituciones creadas para la conquista. Asimismo, se evocan ciertas estructuras importantes dentro de la Iglesia (como las cofradías) que ayudan a entender el desarrollo y fortalecimiento de la misma Iglesia Católica y se descubren datos de la actividad misionera en Guatemala.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, según el autor, hay también sombras de una empresa que al final, es demasiado humana:
?El oidor Tomas López visitando en 1549 la parte del Obispado que hoy es El Salvador «hallola muy pervertida, porque los clérigos que allí habían eran los más genoveses y extranjeros y que no cabiendo en otra parte por sus cosas, se habían refugiado en este obispado de Guatemala?, no tratando de la doctrina ni enseñanza, sino de sus intereses y granjerías de tinta y oro y otras utilidades, estaba como se deja entender de semejante codicia en los eclesiásticos y sobre todo la suma opresión de los pobres indios porque donde no había frailes dominicos no había freno en cosa??, ya que éstos tenían fama de ser los «fiscales de las malas conciencias??.
El autor reconoce que durante el periodo anterior de la independencia, la ideología de los criollos ?estaba llena de contradicciones y ambigí¼edades? y que la Iglesia no siempre estuvo a favor de ésta. Igualmente, se admite, la independencia se realizó a espaldas del pueblo.
Aunque el Arzobispo de Guatemala, Ramón Casaus, se opuso a la independencia ?haciendo alarde de profesión de fe en la monarquía española?, el autor dice que el clero apoyo masivamente este movimiento de emancipación.
?En general, en todas las Provincias Centroamericanas los miembros del Clero estuvieron presentes en los diferentes movimientos a favor de la Independencia. No dudaron en participar en conspiraciones y aun en movimientos armados con tal de asegurar la libertad. En Guatemala alcanzó gran fama la llamada conspiración de Belén ocurrida en diciembre de 1813. Los conspiradores pretendían apoderarse del Capitán General, del Arzobispo, del Auditor General de Guerra y de los principales oficiales militares (…). Los implicados en la conspiración de Belén fueron fray Juan Nepomuceno de la Concepción, fray Manuel de San José, fray Víctor del Castillo, el presbítero Tomás Ruiz, Cayetano Bedoya y otros criollos?.
Hasta aquí la reseña. No le quepa duda que con este libro puede aprender muchas cosas de la historia de la Iglesia guatemalteca y contribuir así a darle una mejor visión de un mundo tan complejo como la de nuestro país. Puede adquirirlo en Librería Loyola.