Desde que el tema de Derechos Humanos se ha extendido por el mundo y más en nuestros países, hemos, de cierta forma, aprendido a vivir con un poco más de respeto, digo un poco, porque la tolerancia, la cortesía y la armonía no son precisamente cualidades que nos caracterizan a los seres humanos, ni en Guatemala, ni en muchos países del mundo.
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Y son quienes predican, por un lado, ese respeto y se dicen defensores de la vida y de la paz mundial, quienes más violan todos los derechos existentes, quienes más vidas acaban y quienes más dañan los sueños de la humanidad.
Por ejemplo, en busca de la paz del mundo, el Gobierno de Estados Unidos ha desatado la guerra, la muerte y la destrucción en el Medio Oriente tal y como ya lo ha hecho en otras ocasiones en otras partes del mundo, sin olvidar nuestra querida, o no, Guatemala, durante el conflicto armado. Tan «buenos» ellos, siempre metiéndose donde no los llaman, siempre aprovechándose de los problemas de otros, provocando más miseria, pobreza y hambre, así su señorío perdurará por siempre.
Condenan, juzgan y dictan sentencia a quienes les conviene y cuándo les viene mejor, interfieren en las decisiones políticas, económicas y sociales de los pequeños, pagan bien, sin duda, para que siempre la sonrisa de nuestros gobernantes y los de otros países sea para ellos y nada más.
Llega a tanto su desparpajo y el de todos sus rastreros «amigos» que la Nikon de Japón le negó a un niño cubano una cámara fotográfica que había ganado en el XV Concurso Internacional Infantil sobre el Medio Ambiente, amparada por el «embargo» estadounidense contra Cuba. En un mundo de adultos, en donde la fuerza y los intereses predominan, fue la dignidad y la ilusión de un niño la bloqueada y la violada, ¡que vergí¼enza!
Qué las lágrimas de ese niño y la rabia que encendió a muchos en el mundo, al conocer la noticia, le dé más fuerza a Fidel, salud por él, por Cuba y por la dignidad, que el imperialismo y la soberbia no pueden deshacer.