¿Revolución? o ¿Renovación?


Al analizar en todo su contexto, cada uno de los elementos más importantes que impactan en la sociedad como parte fundamental del Estado, nos encontramos ante varias disyuntivas para tratar de resolver las crisis cotidianas que tenemos que afrontar y que cada dí­a parecen agravarse más, perjudicando a todos por parejo, aunque con diferentes grados de incidencia.

Héctor Luna Troccoli

Veamos factores estructurales. Mantenemos aún una estructura que proviene desde la conquista en donde existen estructuras oligárquicas que usufructúan el poder o al menos lo dirigen mediante la compra de los supuestos lí­deres, dirigentes, funcionarios o empleados que  caminan de la mano con la otra estructura paralela integrada por poderes fácticos como el crimen organizado o el ejército, solo para citar dos de ellos.

Tenemos una estructura jurí­dica que en lugar de proteger con la ley a los ciudadanos honestos, se confabulan para ser el ejemplo que seguimos la mayorí­a, de NO cumplir con la ley, empezando por la Constitución. Las fuerzas de seguridad, el Ministerio Público, y el Organismo Judicial en su conjunto, están comprometidos con estos mismos poderes fácticos, se trate de uno dirigido por los polí­ticos o militares o «empresarios», o bien un narcotraficante.

Recuerdo que un magistrado de la Corte de Constitucionalidad decí­a hace algunos años: «tras toda decisión judicial, hay una decisión polí­tica». Y es cierto. A mí­ me causó hilaridad cuando los medios de comunicación en general elogiaron sin ninguna cortapisa la resolución de la Corte de Constitucionalidad de repetir el proceso para seleccionar al Fiscal General, como que si esa decisión fuera el producto de un concienzudo análisis de los magistrados y no de una llamada telefónica que vino directamente de la 6ª. avenida y 5ª. calle de la zona 1, para evitarle al Presidente el problema de deshacer lo que él habí­a hecho: nombrar al Fiscal. Lo dice alguien que ocupó cargos en los tres poderes del Estado, es decir que estuvo dentro de la cueva de los lobos.

Se dice que los guatemaltecos estamos de rodillas ante la violencia, la impunidad y la corrupción. No son solo los guatemaltecos: son fundamentalmente las instituciones del Estado, y ya no nos causa asombro observar que hoy alguien puede ser alto funcionario y mañana es un prófugo o está en la cárcel, cuando fortuitamente se le atrapa, solo faltarí­a una cosa: condenarlo, lo cual es harto difí­cil dada la calidad de muchos juzgadores.

Este paí­s se empezó a despeñar hace cerca de 56 años y ahora ya no extraña ver los muertos en las calles, ni a criminales gozar de la vida con los millones robados,  ni robos, ni atropellos, ni prepotencia, ni abusos, ni falta de dirigentes honestos, ni instituciones que resguarden derechos y no que los vulneren y ¡el colmo! un alcalde que bautiza una obra con el nombre de un dictador, como un elogio al poder más ominoso e ilegal de los que ha vivido el paí­s. (Quizás por eso este alcalde lleva 12 años ejerciendo el poder absoluto en los lugares donde ha sido colocado por la soberana y estúpida voluntad de los guatemaltecos, así­ que ¿para qué quejarnos?).

Lo peor del caso es que ante tal cantidad de problemas que el Estado afronta, incluso, para colmo de nuestras desgracias, desastres de la naturaleza que nos castiga por pusilánimes, aguantadores e indiferentes para con nosotros mismos, solo aplicamos parches, cuando sufrimos una enfermedad terminal grave en donde fallecen valores y principios.

Parches, parches y más parches. Algunos piensan que se pueden remediar con reformas a nuestras leyes como la Constitución donde solo ha habido un planteamiento serio. ¡Pendejadas! De qué sirve reformar o crear leyes si no se cumplen, basta citar el ejemplo de las últimas reformas constitucionales en donde se formaron comisiones de postulación como un filtro para la selección de los principales funcionarios del Estado, pero se da el caso que esas comisiones ya están infiltradas o por el llamado crimen organizado o la corrupción; de qué sirvió quitarle al Congreso la potestad de ser juez y parte en los antejuicios contra los diputados si los tribunales (la Corte Suprema), se tarda años en declarar con o sin lugar un antejuicio y cuando lo declaran los diputados siguen como reyes (Meyer y Morales); de qué sirvió prohibir al Banco de Guatemala que le diera pisto al Gobierno para evitar echar a andar la maquinita y emitir dinero sin respaldo, si para eso tenemos deuda interna y externa…

En fin, se pueden hacer reformas y se pueden hacer leyes pero entonces como dice el dicho: «echa la ley echa la trampa» y además, una buena parte de los obligados a cumplirlas no lo hacemos, empezando por la ley de leyes: la Constitución. ¿Entonces?…

Insisto y repito, solo una revolución total y absoluta que le dé vuelta a las estructuras sociales del paí­s y elimine de una vez y para siempre a los malos y males que nos agobian, podremos empezar a reconstruir una nación fuerte y solidaria, no copiando lo acontecido en otros paí­ses, sino creando nuestro propio modelo, con un Estado fuerte, blindado por valores éticos fundamentales y el carácter de hombres y mujeres que no necesitan rememorar a una dictadura, para tener la capacidad y la valentí­a para cambiar todo esto que nos asfixia y nos sepulta en tumbas olvidadas.