La guerra en Irak forzó al Ejército estadounidense a revivir un viejo manual militar de lucha contra la «insurrección» y a archivar la doctrina del ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, partidario de un Ejército más reducido apoyado en la tecnología.
Cuatro años después de la invasión en Irak en 2003, la doctrina sobre cómo combatir a insurgentes, que tiene al general David Petraeus como uno de sus principales autores, contradice numerosas tácticas empleadas hasta ahora por el ejército estadounidense.
«La doctrina de Rumsfeld «está muerta», opinó Loren Thompson, experto del centro de análisis Lexington Institute, durante una entrevista.
«Incluso si el Ejército continúa cambiando, el concepto de Rumsfeld fue desacreditado por la experiencia en Irak», añadió.
«Lo que hemos entendido es que hay un límite en cuanto a lo que las tecnologías pueden hacer cuando se trata de enfrentar al enemigo», subrayó.
Determinado a poner en práctica su estrategia, Donald Rumsfeld cometió el error, según sus detractores, de no haber enviado suficientes tropas a Irak tras el derrocamiento del gobierno de Saddam Hussein.
Una vez que Rumsfeld salió del Pentágono, las tácticas de combatir la «insurrección», que habían quedado en el olvido tras el fin de la guerra de Vietnam hace más de treinta años, salieron a la luz.
El resurgimiento de este interés quedó plasmado tras la publicación en diciembre de una versión revisada del manual «contra la insurrección» del Ejército de Tierra y Cuerpo de Marines, realizada por Petraeus, a cargo actualmente de las tropas estadounidenses en Irak.
«La victoria final, en las operaciones contra la insurrección, se obtiene protegiendo a la población, no a las propias fuerzas. Si los soldados se quedan en sus bases, pierden el contacto con la población, dan la impresión de que están asustados y dejan la iniciativa en manos de los insurgentes», proclama el manual.
Este también anota que unos «25 soldados para mil habitantes es considerado como el mínimo requerido para operaciones antiguerrilleras», por lo que teniendo en cuenta los seis millones de habitantes de Bagdad, se hubieran necesitado unos 120 mil hombres desplegados tan sólo en esa ciudad y 500.000 en todo el país para ganar la guerra.
Bastante menos de los efectivos de los que dispone actualmente el general Petraeus (cerca de 140.000 soldados) en Irak. Ni siquiera quedará compensado con la decisión de enero pasado del presidente George W. Bush de enviar 21 mil 500 tropas adicionales. De ellos, unos 17 mil 500 serán desplegados en Bagdad, elevando a más de 35 mil el número de militares disponibles en la capital.
Las tácticas de luchar contra los insurgentes tampoco complacen a todo el mundo. A algunos generales por ejemplo les preocupa que el Ejército concurra masivamente a Irak, y que el país quede sin efectivos para enfrentar posibles amenazas como catástrofes naturales.
Un informe presentado al Congreso indicó que los miembros de la Guardia Nacional están tan solicitados para las guerras de Irak y Afganistán, que se contaría con muy pocos efectivos para contener una catástrofe.
Así fue que el actual secretario de Defensa estadounidense Robert Gates advirtió al Congreso de mayoría demócrata que el país debía estar preparado para enfrentar otras amenazas, por lo que quedaba justificado un aumento de efectivos en el Ejército.
«Necesitamos toda clase de militares. Necesitamos medios para conflictos de un Ejército contra otro, por que no sabemos que puede pasar en lugares como Rusia, China, Corea del Norte, Irán u otros países», dijo durante una audiencia en una comisión parlamentaria.
Para Loren Thompson el verdadero problema no es sólo este, sino que el país aún tiene mucho que aprender.
«El verdadero problema no es no estamos preparados para enfrentar otra amenaza, sino que aún no sabemos como enfrentar la amenaza terrorista», subrayó.