Revisan a la baja ambiciones


Casi ocho años después de derrocar al régimen integrista islámico de los talibanes, la comunidad internacional, cuya intervención en Afganistán corre el riesgo de fracasar a pesar del despliegue de 70 mil militares extranjeros, revisa a la baja sus ambiciones en ese paí­s.


Estados Unidos reconoce que no está ganando en Afganistán, Canadá considera que «nunca se vencerá a la insurrección» y Francia estima que los talibanes moderados podrí­an llegar al poder. El resultado es el mismo: el balance es negativo.

El poder es corrupto, la violencia se agrava, el tráfico de droga se ha disparado y el presidente afgano Hamid Karzai tiene cada vez menos el apoyo de las grandes potencias.

En la perspectiva de una nueva estrategia estadounidense y de una conferencia ministerial de coordinación en La Haya el 31 de marzo, a la que fue invitado Irán, ya han empezado a contemplarse objetivos más modestos que «el gran Estado democrático» imaginado tras la caí­da de los talibanes en 2001.

«Reducimos a la baja las ambiciones», afirma un alto responsable francés que pide el anonimato. Los estadounidenses «están ahora con la lógica de irse, no consideran Afganistán como estratégico». «Les llevará dos años, cinco años, pero es una lógica de retirada», asegura.

Los occidentales, que se han dotado de representantes especiales para coordinar mejor sus acciones en la región, están convencidos de que la OTAN no es la panacea.

«Necesitamos tener una visión clara de los medios y del fin» y la Alianza militar, encargada de la seguridad en suelo afgano, no está adaptada para elaborar una estrategia global, considera el británico Nick Witney, del European Council on Foreign Relations.

El dossier afgano «no es una cuestión que la OTAN pueda resolver sola», coincide en destacer el estadounidense Daniel Hamilton, del Center for Transatlantic Relations de Washington.

En la perspectiva de las elecciones presidenciales del 20 de agosto, el esfuerzo internacional se focalizará en ayudar a los afganos a crear una administración, a contribuir al desarrollo de la economí­a, de la educación y de las fuerzas de seguridad, según varios responsables europeos.

«Tras el 11 de septiembre (de 2001) y el derrocamiento de los talibanes» hubo una voluntad de construir en Afganistán «un gran Estado democrático» y ahora la prioridad «es la lucha contra la droga», resume Pierre Levy, director del centro de análisis y de previsiones del ministerio francés de Relaciones Exteriores.

Además de la cuestión de la seguridad, para la que Estados Unidos enviará 17 mil militares de refuerzo, «la dificultad hoy en dí­a es encontrar una solución polí­tica» para Afganistán, señala Levy en una alusión implí­cita de la pérdida de credibilidad de Karzai.

«El problema es que de momento no hay nadie más», afirma otro analista.