Tiene 97 años y la mirada brillante: el uruguayo Carmelo Arden Quin, fundador de Madí, uno de los movimientos artísticos más importantes de América Latina y que influyó en Europa y Asia, sigue trabajando y descubriendo a diario formas y colores.
«Tengo 97 años y estoy muy bien», dice, con una carcajada, el artista nacido en 1913 en Rivera Uruguay, cerca de la frontera con Brasil, y que es considerado el fundador del Movimiento Madí, en 1946 en Buenos Aires.
«Y cuento con seguir trabajando después de que cumpla 100 años», prometió Arden Quin en una entrevista con la AFP en su acogedora casa-taller en Savigny sur Orgue, en las afueras de París, donde cuelgan por todas partes obras suyas, en madera de todos los colores y con formas irregulares.
«Yo soy un pintor Madí. Madí es una postura filosófica, ética, no política. Una de sus premisas es que el universo es geométrico, y que la obra no tiene un límite establecido», explicó. «Madí fue, y es, un movimiento de vanguardia, independiente, que nunca ha contado con apoyos oficiales».
«Madí nació con un manifiesto de Arden Quin postulando, entre otras cosas, que la geometría sostiene el Universo y que el formato como la forma total debe ser una creación única. Madí abolió el cuadro, lo hizo parte esencial de la forma de la obra», explicó el artista uruguayo Bolívar Gaudin (1932), que forma parte de ese movimiento y que trabaja en el taller de Carmelo.
¿Cómo es un día típico del padre de Madí? «Pues duermo toda la mañana, como un adolescente», cuenta a AFP Carmelo Arden Quin con una gran sonrisa y los ojos llenos de picardía. «Y después, trabajo hasta las 11 ó 12 de la noche».
«Lo maravilloso es que sigo descubriendo cosas todos los días. Busco la nota exacta. Porque en pintura, como en la música, tiene que haber un tono justo, porque si no, hay una falsa nota. Tiene que haber una armonía de colores y de tonos. Si no, el cuadro no anda».
«Ahora por ejemplo estoy descubriendo el cobalto, da un azul extraordinario», dice, mostrando unas obras recientes, entre pinturas y esculturas, que yacen por tierra en su dormitorio, un espacio pequeño pero cálido y colorido.
«Es que Madí tiene un carácter lúdico», explica, agregando que «Madí tenía valor no sólo estético sino también ético».
«Quería ser una conducta nueva en el arte, y en el comportamiento del artista. Se le quería dar más un sentido filosófico que de activismo militante», afirma, indicando que la primera denominación de Madí fue materialismo dialéctico.
Fue luego, durante la persecución política en Argentina, cuando sus participantes jugaron con el nombre, diciendo que significaba movimiento abstracto dinámico internacional para desviar la atención.
«Pero Madí no lo fundé yo solo», recalca Arden Quin, cuyo maestro fue el uruguayo Joaquín Torres García (1874-1949), padre del universalismo constructivo, con quien trabajó en su taller de Montevideo antes de partir a Buenos Aires.
«Madí dio un paso más allá del constructivismo. En la pintura siempre se trabajó con el punto, la linea y el plano. Pero nunca se les ocurrió hacer dos planos superpuestos, juntar dos planos para hacer una forma. Y eso es el aporte de Madí, Si no hay forma, no hay Madí», explicó.
«Madí influyó en el arte cinético, pero este último, que ha hecho y hace cosas extraordinarias, no tiene una teoría – histórica, filosófica – que sustente su práctica, sino que nació con un sentido comercial en la galería de Denise Renée en París».
Una vez en París el artista uruguayo fundó el Movimiento Madí Internacional.
«Carmelo se vino a vivir a París en el 48, y fundó Madí Internacional», «En un comienzo había artistas italianos, argentinos, franceses y de otros países. Hoy participamos en Madí Internacional entre 60 a 100 artistas de unos 25 a 30 países. A veces somos menos, a veces más», dice Bolívar.
«Unos duran un tiempo y desaparecen, luego hay nuevos que vienen, otros que están desde el principio, siempre activos. Hay muchos en Italia, un grupo en Argentina, un grupo en Hungría, en Bélgica, en Estados Unidos y en Japón», explica el artista uruguayo, que trabaja en Savigny sur Orge en el taller de su maestro, amigo y cómplice.
Ese fue el comienzo. Ahora, dice, hay museos dedicados al Movimiento Madí: uno en Hungría, que se llama «Movil Museo Madí», y otro en Brasil, en Sobral, estado de Ceará.
«Y están interesados en fundar otro en Sao Paulo», cuenta, afirmando también que se están preparando homenajes a Arden Quin con motivo de su centenario.
«Madí es una linda cosa y como es una linda cosa la defendemos, y queremos llevarla adelante», concluyó Bolívar.