Lo pusilánime está de moda, así como las personas que no tienen voluntad propia y se acomodan al ambiente social que más favorable les quede. Muchas de estas personas adoctrinadas por principios religiosos se aparan en “la voluntad de Dios”. Para no expresar su propia identidad, sus pensamientos, sentimientos, posibilidades críticas, alternativas y sueños visionarios.
El lavado cerebral les queda bien, y no lo objetan, porque les hace la vida más cómoda y confortable, libre de toma de responsabilidades, libre de una acción autónoma, libre de adversidades y del enfrentamiento a las mismas. Gusanos que no quieren convertirse en mariposas por el miedo a volar, por los riesgos que esto implica.
La mayoría de personas que quedan exentas de esta conducta. Es viable que se observen raras, problemáticas y posiblemente con algún desorden de calidad psiquiátrica. El retrato de un pusilánime es posible encontrarlo a nuestro lado, caminando por la calle, como un autómata, sin la vivacidad que la vida le otorga. Con un disfraz de buenas personas, con un caminar rígido, con facies inexpresivas, que lloran y ríen desde la superficie. Masificados, entrados al aro, sin una chispa de creatividad, como soldados que siguen órdenes superiores.
Mujeres y hombres aburridos, sin carisma, sin un detonante que embellezca a su persona y la haga única. Sin ideas propias, acostumbrados a bajar la cabeza, mediocres desde los mínimos aspectos. Robotizados, aburridos, sin sueños ni ensoñaciones, con talentos ocultos, con un optimismo barato y una adaptación casi perfecta al sistema social, por bueno o malo que este pueda ser. Siguiendo sigilosamente las normas sociales sin cuestionar, sin un pensamiento crítico, con incapacidad para una conducta asertiva. Dando pasos que no impliquen peligro alguno, lamiendo el piso de quien ostenta el poder.
El pusilánime no ha comprendido que la vida es para dar o por lo menos intentar proporcionar lo mejor que uno tiene como persona y no lo contrario. Exigir que la existencia nos provea, así no más, de los mejores beneficios que consideramos merecer. Sí pudiésemos contemplar una imagen de esta persona, posiblemente podríamos ver a una persona buena y educada con una cara de estúpida que la delata.
Los pusilánimes no tienen errores porque no los saben reconocer o no se arriesgan a cometerlos. Por lo tanto no aprenden de ellos, son capaces de circular una y otra vez por el mismo camino, deseando no encontrar modificaciones. No creen en la dignidad de la gente, quizás porque ellos mismos la carecen.
Algunas veces ocupan puestos de poder, puestos públicos, y con ello contribuyen a distorsionar el ambiente social, convirtiendo a las personas de sus alrededores en otros pusilánimes. Quién no se adapta, a este tipo de modelo de lavado cerebral, no encaja, y posiblemente es visto como un bicho raro, alguien anormal, con deterioro en su conducta y con problemas de índole psicopatológica.
Esta gente se conforma con poco, no objetiva grandes metas, ya que lo primero, es lo primero, su tranquilidad y su confort. Pueden ser personas letradas o no, religiosas, muy religiosas, o simplemente no creyentes. Pero ese sentir interior del pusilánime, le concede una dosis considerable de baja autoestima. Por ende necesita hacer gala de que sí tiene poder. Ejerciendo un poder de manera vertical, nada constructivo. Sino de manera contraria, capaz de destruir, de levantar chismes y falsos testimonios para hundir a otra gente y así salir a flote.
Algunos de los sinónimos encontrados de la palabra pusilánime son los siguientes: cobarde, desdichados, gurrumino, lánguido, medroso, menguado, mínimo y pendejo. Es de hacer notar que estas personas son consideradas envidiosas. Y envidian hasta lo inenvidiable. Ante la ausencia de su ser, cada persona que se presenta al mundo con hidalguía, honestidad y autenticidad les resulta amenazante.
Para concluir quisiera citar unas frases anónimas y recordar lo escrito por Mario Benedetti, acerca de este tema:
“El odio es el arma favorita de los pusilánimes”
“La envidia es la ira de los pusilánimes”
El Pusilánime- Mario Benedetti
“Es difícil decir lo que quiero decir
Es penoso negar lo que quiero negar
Mejor no lo digo
Mejor no lo niego”.