Retomando el mal camino


El alcalde ílvaro Arzú, fanático del poder de la fuerza, la imposición y el autoritarismo, admirador de dictadores, repetitivo hasta el cansancio con las mismas trilladas palabras de sus discursos (muchas de las cuales son frases célebres que pertenecen a otros), enemigo consumado de la prensa escrita primero y después de toda la prensa, pese a que los canales de televisión lo llenan de elogios, acaba de dar a luz su última ocurrencia: ser de nuevo presidente de la república, porque el está convencido -según dijo-, que será el pueblo el que lo decida.

Héctor Luna Troccoli

Obviamente el señor Arzú ha perdido la perspectiva de la realidad nacional al considerar que aún mantiene el liderazgo que durante muchos años mantuvo en la urbe más poblada, o sea el departamento de Guatemala y particularmente la capital, que le dieron el triunfo tres veces en la alcaldí­a y una vez en la presidencia.

No dudo que el alcalde capitalino, que más parece intendente de los tiempos de Ubico o un capitán general de la colonia, cuenta con asesores polí­ticos y de publicidad muy bien pagados en ese cómodo lugar con el que calificó su puesto al frente de la comuna, pero, no cabe duda también que ni él, ni sus siervos entienden que las cosas han cambiado. El ílvaro Arzú de apenas hace cuatro años, ya no es el mismo lí­der de antes, pese a que sus «colaboradores» constantemente le lleven grupos de estudiantes que por razones obvias, quedan asombrados ante las mismas palabras que les repitió antes a otros grupos similares.

Arzú es un caso especial en el ámbito polí­tico y cí­vico del paí­s, además contó con una gran suerte en dos temas que elevaron su figura: uno, el de la firma de la paz, la cual se realizó a pocos meses de asumir la presidencia porque ya los temas más delicados y espinosos habí­an sido resueltos en el gobierno anterior. Basta ver para el que no lo crea, el libro que se publicó y que contiene todos los Acuerdos de Paz y la fecha y lugares donde se firmaron.

Lo segundo, fue la visita, a los pocos dí­as de su llegada a la presidencia, de una de las personas mas carismáticas, admiradas y veneradas del mundo entero, el Papa Juan Pablo II, independientemente de la fe o religión que uno profese. También eso estaba totalmente  preparado hasta los pequeños detalles de tener ya listos los dos «papamóviles», uno para la capital y otro para Esquipulas, ya no digamos otros aspectos como seguridad, itinerarios y aspectos relacionados con la salud del Pontí­fice y el orden de las masivas concentraciones que se dieron, en donde, afortunadamente gracias a toda esa planificación previa, no se produjeron incidentes. Pero el que estuvo en la foto con ese enorme personaje mundial fue el entonces católico ílvaro Arzú.

Pero ahora sorprende con señalar que hay que «retomar el camino», lo cual quiere decir que él quiere retomar el camino para llegar de nuevo a la presidencia de la república. Lo difí­cil es que ese camino lo está retomando mal, con el pie izquierdo digo, aunque ello no quita su condición de los antiguos dinosaurios de la derecha que quieren volver a darle vida al viejí­simo lema del partido: Movimiento de Liberación Nacional, Dios, Patria, Libertad, con todo lo que ello conlleva.

Ahora bien, el problema serio es que ni aunque cien mil ciudadanos firmen una petición para que se reforme la Constitución, (Proreforma obtuvo mas de 70,000 firmas y su petición duerme el sueño de los justos), JAMíS PODRíA VOLVER A SERLO, no tanto por las artimañas polí­ticas que puedan surgir, sino porque la Constitución es clarí­sima en su artí­culo 187 cuando dice que: «LA PERSONA QUE HAYA DESEMPEí‘ADO DURANTE CUALQUIER TIEMPO EL CARGO DE PRESIDENTE DE LA REPíšBLICA POR ELECCIí“N POPULAR… NO PODRí VOLVER A DESEMPEí‘ARLO EN NINGíšN CASO». Más claro ni el agua.

Pero por si ello fuera poco, la misma Constitución, que es la ley superior, la ley de leyes, la ley suprema, establece en su artí­culo 281 que «EN NINGíšN CASO PODRíN REFORMARSE LOS ARTíCULOS… 187…» Es decir, ni que consiguiera una Corte de Constitucionalidad hecha a su medida podrí­a lograr la reforma a ese artí­culo, porque de entradita, suponiendo que se le diera trámite a la ilegal petición de los ciudadanos para que el Congreso con las dos terceras partes de sus diputados convoque a una consulta popular, aunque en ese hemiciclo corra plata a montones, ni el Tribunal Supremo, ni ningún tribunal de cualquier í­ndole considerarí­a legal tal consulta. Si Arzú quiere retomar el camino que dé un ejemplo a este paí­s en donde nos burlamos de las leyes, para que él, con esa calidad de «gran lí­der», retome el camino del verdadero Estado de Derecho y respete la Constitución, aunque otros se la puedan pasar por el arco del triunfo…

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