El domingo pasado, viendo llover en Pueblo Nuevo Viñas, se me dio por repasar los subrayados de dos libros ya leídos. Y entonces fui encontrando señalamientos que parecieran haberse dicho para el correr de la vida diaria. «Cada mañana la realidad me parece más a una pesadilla», dice Borges. Y aun cuando esto lo dijo en 1940 y para la Argentina, nuestra realidad en Guatemala, es una pesadilla. Y entonces cunde la desesperación y no falta quien clame por un gobierno dictatorial, olvidando, dice Borges, que «Las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad, y lo más abominable es que fomentan la idiotez». Y entonces, de nuevo, cunde otra desesperación; la de poner en tela de dudas si vale la pena estar repitiendo cada cuatro años los eventos electorales. «Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos». Esto lo dijo en El Informe de Brondie. (1970). A un dirigente político le preguntaron si el pueblo había querido a su gobierno y contestó: ¿Quién quiere al gobierno? Recordemos que cuando Serrano fue expulsado del gobierno y mientras se elegía a Ramiro, estuvimos unos días sin gobierno y la mera verdad es que no hizo falta.
Sábato también nos deja grandes reflexiones en su libro «España en los diarios de mi vejez». Hay en este libro frases que hace pensar en la realidad que vivimos. Por ejemplo, se duele de su Argentina, como nosotros nos dolemos de Guatemala, porque también la nuestra es una «…nación arrasada por los explotadores y los corruptos, los de adentro y los de afuera. Hundida en la miseria, sin plata para cubrir las más urgentes necesidades de salud y educación; exigida permanentemente por las entidades internacionales a reducir más y más el gasto público, siendo que no hay ni gasas ni los remedios más elementales en los hospitales»; y los niños se sientan en ladrillos para recibir sus clases bajo techos de láminas con hoyos por donde se cuela el agua de la lluvia. Pero, ante ese panorama desolador, son necesarios los ideales. «El hombre no puede vivir sin esperanzas. Sin un ideal, sin una tierra prometida, no se puede vivir. La convicción de que otro mundo es posible es condición para poder acercarse a los límites del sufrimiento humano. Que es posible que otro mundo pueda surgir entre los hombres, por utópico que nos parezca. Sin esta fe en otro mundo posible, humano, más justo, más fraternal, no podremos resistir. Para poder luchar, aunque no veamos el horizonte, tenemos que creer en él». Sábato estuvo en la ciencia que produjo la bomba atómica y da pavor que tantos países, grandes y paupérrimos, se afanen en producir esos artefactos de destrucción; y entonces trae a cuento una frase de Einstein: «No sé cómo será la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras». La España que ve Sábato en su vejez, también a para sentir que se acerca el final «…ya son tantos los años que los días cuentan…caen los recuerdos como las hojas de un árbol..:» Cuando va a Lanzarote a visitar a Saramago y ve lo que es el resultado de una erupción volcánica, como la que yo vi al escalar el volcán de Pacaya, dice que «…es un paisaje apocalíptico. Como podría quedar la tierra toda si sigue prosperando la estupidez y el egoísmo criminal de los que tienen el poder de decidir el destino de los demás… Las tragedias humanas y ecológicas se suceden sin que nada convierta la conciencia de la mayoría y gobernantes y grupos o mafias con poder. No les importan que sus descendientes vayan a sobrevivir, si pueden, en un planeta frío, inhóspito, sin árboles…»
¿Qué hacen estos grandes escritores con las palabras? Al final de la obra de Sábato, Félix Grande, dice: «Ustedes saben que los buenos escritores son aquellos que ponen las palabras de pie, y ustedes saben como lo sé yo, que los grandes escritores son aquellos que son capaces de hacer caminar a las palabras de rodillas. Hay escritores que se sirven de las palabras, los grandes las sirven a ellas.»