Antes que Roma, Londres y Barcelona, el Teatro de la Monnaie de Bruselas presentó la noche del martes una nueva producción de «El Gran Macabro» de Ligeti, obra maestra de la ópera del siglo XX que los catalanes de La Fura dels Baus sirven con una invención visual desbordante.
Desde su creación en Estocolmo hace más de 30 años (1978), la única obra lírica del compositor húngaro Gyí¶rgy Ligeti, fallecido en 2006, nunca se había representado en la capital belga aunque está adaptado de un drama del escritor surrealista bruselense Michel de Ghelderode (1898-1962).
A partir de esta «Balada del Gran Macabro» (1934), Ligeti y Michael Meschke escribieron un libreto tragicómico que zambulle en el teatro del absurdo (Jarry) y de la crueldad (Artaud), la licencia de un Rabelais y la imaginación delirante del Bosco o Breughel.
Y es justamente en un país imaginario llamado Breughelandia donde el Gran Macabro, alias alias Nekrotzar, anuncia el fin de los tiempos a los habitantes (los amantes Amando y Amanda, el borracho Piet le Bock, la erotómana Mescalina y su sumiso marido Astradamors, el insulso príncipe Go-Go…). Sin éxito porque, al final, si Nekrotzar ha desaparecido, los vecinos por él atemorizados parecen estar muy vivos.
Con una obra tan desenfrenada, la compañía de teatro catalana La Fura dels Baus, que cumple 30 años de existencia, da rienda suelta a su inspiración creativa y conjunta teatro, artes plásticas y nuevas tecnologías de la imagen animada.
Secundado por la argentina Valentina Carrasco, el catalán Alex Ollé, uno de los seis directores artísticos de la compañía, ha imaginado un concepto dramatúrgico muy astuto, que permite que la acción se desarrolle de manera original alrededor de un decorado memorable. Ollé le ha dado incluso un nombre: Claudia.
El espectador ve, en secuencia vídeo, a una mujer sola en su casa, en apariencia enferma, incluso moribunda. Este cuerpo desnudo inmenso que ocupa el set es visiblemente el suyo. Pocas veces un elemento del decorado ha tenido tanta vida en un escenario lírico como esta Claudia de la que La Fura dels Baus anima el rostro de muchas maneras gracias a proyecciones sutiles.
Con buenas dosis de humor, los escenógrafos utilizan los accesos más íntimos del cuerpo para las entradas o salidas de los protagonistas y escrutan su vida interior hasta el punto de transformar el bajo vientre de Claudia en discoteca. Arte con mayúscula y una puesta en escena de alta precisión.
Para materializar este teatro lírico que habla de la muerte pero es vida se requería un equipo de cantantes-actores de primera: La Monnaie lo ha reunido en torno a la soprano canadiense Barbara Hannigan, tan virtuosa como aérea, y los norteamericanos Chris Merritt (tenor) y Brian Asawa (contratenor), perfectos en sus papeles bufos.
El británico Leo Hussain, que con frecuencia se ha mantenido a la sombra de los grandes directores (Simon Rattle, Valery Gergiev, Riccardo Muti…), muestra gran autoridad al frente de la Orquesta Sinfónica de la Moneda. Juntos realzan la escritura compleja y abigarrada de la «antiópera» (sic) de Ligeti, con una gran riqueza de vientos, percusiones y… bocinas.
El espectáculo, cantado en inglés (versión revisada de 1996), tendrá ocho representaciones más hasta el 5 de abril en La Monnaie, en junio estará en la í“pera de Roma, en septiembre en la English National Opera (ENO) de Londres y en 2011 en el Liceu de Barcelona, último componente de una coproducción fastuosa.