Responsabilidad compartida contra el narcotráfico


    Esta semana estuvo de visita oficial en Guatemala el Secretario adjunto del Departamento Norteamericano de Estado para América Latina, que prosiguió su gira hacia otros paí­ses de la región, en otro intento de acercar las relaciones entre la nación del norte con sus incomprendidos vecinos del sur.

Eduardo Villatoro

Como no podí­a ser de otra manera, el señor Arturo Valenzuela abordó con el presidente ílvaro Colom asuntos que nos agobian, como el narcotráfico y el crimen organizado, además de haber enfocado la inseguridad pública prevaleciente en Guatemala y la nazifascista ley contra los inmigrantes aprobada en Arizona. Tampoco faltó la manida declaración que suelen expresar presidentes, senadores, representantes o cualquier otra personalidad de relieve  de Estados Unidos, respecto a la cooperación que inveteradamente ofrece Washington para combatir el narcotráfico, cuyas redes se han ampliado en Guatemala, aunque no en las mismas dimensiones como ocurre en México, donde más de 22 mil personas han muerto a causa de la narcoviolencia desde que asumió el poder el presidente Felipe Calderón, en 2008.

  

Con cierta frecuencia, capos de cárteles del narcotráfico son capturados en México e inmediatamente extraditados hacia Estados Unidos; pero no se conoce que el gobierno norteamericano realice esfuerzos extraordinarios para evitar el ingreso de drogas a su territorio y menos que algún jefe de las bandas que las distribuyen en esa nación haya sido capturado en los propios EE.UU. Con periodicidad se publica que personalidades de la farándula norteamericana y hasta polí­ticos de algún relieve son internados en sanatorios para su desintoxicación, lo que mueve a pensar que el consumo de cocaí­na y marihuana está aumentado. El año anterior se estimaba que alrededor de 20 millones de estadounidenses consumí­an algún tipo de droga asiduamente, lo que significa que miles de millones de dólares van a enriquecer a los narcotraficantes, que no son sólo de origen latinoamericano, necesariamente.

  

Hace pocos meses, el presidente Barack Obama  admitió que Estados Unidos tiene responsabilidad en el sangriento combate al narcotráfico en México, y posteriormente lo secundó la secretaria de Estado, Hillary Clinton, por el elevado consumo de drogas en EE.UU., pero se ignora si el gobierno norteamericano ha emprendido un programa encaminado a luchar contra ese consumo y de capturar a los expendedores de drogas en el interior de ese paí­s.

  

El más neófito conocedor de las reglas del mercado sabe que si no hay demanda decrece o se anula la oferta, de manera que si disminuyera el consumo de drogas en Estados Unidos, también declinarí­a la actividad de los narcotraficantes en su afán de enviar su mercancí­a hacia el norte, utilizando como puentes a Guatemala, México y otros paí­ses del área, donde también se cultiva droga, aunque en menor escala que en Colombia.

  

Washington no nos está haciendo un favor con sus propuestas de unificar esfuerzos para combatir el narcotráfico, sino es responsabilidad suya, incluso mayor que el compromiso de las naciones que sirven de puente, tanto por el volumen de consumo en la Unión Americana, como por el deber de su gobierno de velar por la salud fí­sica y moral de millones de jóvenes adictos, y de niños y adolescentes que en Estados Unidos se encaminan a incrementar ese mercado.

     

(El metiche Romualdo Tishudo le dice a su amiga Filomena: -Tu hija sale con un marero drogadicto que maneja una moto ¿no te da miedo? La mujer replica: -No; porque ella lleva puesto el casco).