Desde la siembra del imprescindible maíz -de la economía campesina-, hasta la fabricación de productos electrónicos, plásticos, textiles y la extracción minera, todas las actividades productivas representan un impacto para la ecología y el medio ambiente, mientras no se generen e implementen políticas de economía responsable, limpia y amigable con el entorno.
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Era de noche cuando la alarma empezó a correr de casa en casa entre los vecinos de la aldea El Cacao, en Alta Verapaz. El motivo: un incendio forestal que se expandía con rapidez, debido a la pertinaz sequía que afectaba a la localidad a finales del año pasado.
Una cuadrilla de bomberos forestales del departamento se movilizó junto con el personal de la Coordinadora para la Reducción de Desastres (Conred) para controlar el siniestro, que para suerte de los rescatistas, todavía no se había extendido a la comunidad, por lo que no fue complicado sofocar las llamas.
Pese al riesgo, en ningún momento hubo muestras de preocupación por el incendio, pues la comunidad ya está acostumbrada a éstos: se habían reportado eventos similares en meses pasados, e incluso las personas de las localidades cercanas dijeron que los incendios forestales son comunes en el suelo de las Verapaces, todo a consecuencia de la «roza», una práctica agrícola que consiste en quemar el territorio previo a la siembra.
Aunque los incendios son vistos con «normalidad» en varias comunidades campesinas antes de la siembra, las pérdidas nacionales en territorio boscoso por motivos agrícolas pueden ser asombrosas.
A la fecha se registraron en el país 286 incendios forestales, que dejaron devastadas unas 4 mil 857 hectáreas de bosques, de acuerdo con el Sistema Nacional de Prevención y Control de Incendios Forestales. La mayoría fueron provocados, es decir, intencionales.
Según César Barrios, de la Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación, toda actividad económico-productiva implica un impacto ambiental. «Incluso los cultivos, la ganadería y otros sistemas de generación de bienes para el consumo; todos causan daño, de una u otra forma afectan negativamente al medio ambiente».
No obstante, refiere que la actividad productiva en el campo es menos nociva e impactante para la ecología, en comparación con la actividad industrial, la cual genera la mayor parte de desechos sólidos.
PRODUCTIVIDAD E IMPACTO
Según el informe ambiental del Estado de Guatemala, GEO Guatemala 2009, del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, la generación de desechos sólidos en actividades productivas se incrementó notablemente entre los años 2001 y 2006.
Un estudio da cuenta que en el 2006, más del 98 por ciento del volumen de desechos se originó en actividades productivas, de los cuales las industrias cárnicas originaron un 53 por ciento; químicas, un 15 por ciento; la fabricación de productos minerales no metálicos un 10 por ciento; mientras que a los cultivos no tradicionales se les atribuye un 10 por ciento y a los tradicionales, un 5 por ciento.
El consumo final de hogares generó poco más del 1 por ciento. Sin embargo, el impacto que causa la basura doméstica urbana en los botaderos es mucho más notorio, esto por la cercanía a los centros de población a los que están asociados.
Al respecto, Pablo Manuel Méndez, representante de Autoridades para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Amatitlán (AMSA), indica que «el uso de la tierra para la economía es importante, pero hay que mantener un equilibrio y respetar los recursos naturales, que más temprano que tarde se van a agotar».
«Las cifras de contaminación por las actividades productivas son alarmantes, pero en vista de que no se puede detener la producción, se tiene que proponer un nuevo sistema amigable con el ambiente».
Fábrica verde
Debido a que reducir la productividad de las actividades industriales y agrícolas significaría una reducción considerable de la contaminación, pero a la vez generaría problemas financieros al país, las organizaciones ambientalistas proponen modificar el actual sistema de generación de bienes, sin reducir el volumen de producción.
Al igual que en el extranjero, los ambientalistas proponen la creación e implementación de políticas de economía limpia y amigable con el entorno, de tal manera que se abandonen los sistemas productivos que necesariamente requieren un mayor consumo de recursos naturales, energía y provocan una mayor polución
El comercio justo, los productos libres de agroquímicos, y la promoción de las economías locales o de pequeña escala, así como la minería tradicional, son sólo algunas de las sugerencias que significarían una reducción incalculable de la contaminación.
«Un ejemplo puede ser que cuando se cuida y protege un área de reserva natural para convertirla en un centro de turismo; eso genera ingresos para las poblaciones que viven en los alrededores y también para la preservación del entorno», refiere Barrios.
El representante de Fundaeco coincide con Méndez, quien sostiene que la producción y el cuidado de los recursos naturales no son conceptos opuestos. «Podemos buscar la forma de producir de forma amigable con el medio ambiente, que al final, es parte esencial de nuestra vida», puntualizó el ecologista.
Recientemente, la empresa Fogel de Centro América resultó ganadora de un premio de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el eje de Medio Ambiente, por la iniciativa «Manejo responsable del refrigerante».
En esa ocasión, José Antonio Corrales, Presidente de la organización CentraRSE comentó: «La RSE no es un concepto abstracto, es una forma de hacer negocios que muchas empresas han adoptado.
Los refrigerantes son en extremo dañinos para el medio ambiente, sin embargo con un tratamiento adecuado, el impacto ecológico de ese insumo se puede evitar.
El Premio CentraRSE 2009, fue apoyado por USAID-Alianzas, BCIE, Estrategia & Negocios, la Embajada de Canadá y Anacafé.
El sistema de evaluación, brinda mayor objetividad y transparencia, al reconocimiento, que también se otorga a otras prácticas empresariales responsables.