Con la reciente visita que decidiera hacer a nuestro país el presidente George W. Bush, se ha evidenciado un hecho sabido y conocido, independientemente que nos guste o no, Estados Unidos ?históricamente- ha sido, hoy más que nunca, el gobierno y el país más poderoso de América y en este momento del mundo; también el más criticado por su actuar internacional y su proceder de sólo preocuparle sus intereses y no los de la humanidad en general.
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El reconocer este hecho real no debe de complicarnos, tampoco justifica que bajemos la cabeza y nos sintamos obligados a decir «a la orden de usted señor Presidente, señor embajador o señor gobierno de los Estados Unidos», observando hidalgamente el criterio que el Benemérito de las Américas, Benito Juárez, manifestara hace años al expresar: «entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
Irrita, como lo ha publicado uno de los medios escritos, la circunstancia de que cientos de cientos de guatemaltecos tengan que pagar anticipadamente Q1,300 para poder aplicar a una visa de turista o de cualquier otra naturaleza para visitar ese país o pasar en tránsito con destino hacia Europa, Asia o el Canadá, situación que se ve casi obligada por la forma en la que están establecidas la mayoría de rutas aéreas; pero más irrita que el pago se haga independientemente de que se otorgue o no la visa. Es comprensible que ellos tengan el derecho de dar una visa, pero no es justificable que cobren aunque no la den porque ello significa un enriquecimiento por un servicio no otorgado.
Irrita también las condiciones que han creado alrededor de la sede de la embajada norteamericana, especialmente cuando dicho inmueble se encuentra en una de las principales arterias que transitan los ciudadanos guatemaltecos que se desplazan de la zonas 9, 10, 13, 14, por la Avenida Reforma, una arteria principal que comunica hacia el centro de la ciudad.
Una alternativa adecuada para evitar esa irritación sería que la embajada norteamericana comprendiera que llegó el momento de trasladar sus oficinas a un lugar donde le complique menos la vida a los guatemaltecos, eso es parte del respeto, de evitar la innecesaria irritación que produce la apropiación indebida que han hecho del uso exclusivo de avenidas y calles alrededor de su edificio.
Es de señalar que es inapropiado, improcedente e ilegal que la alcaldía de la capital haya cedido el uso exclusivo de las calles y avenidas circundantes, aunque sea a título oneroso, porque jurídicamente las mismas «son bienes públicos, de uso común»; por lo que, cualquier persona que interponga una acción de amparo en contra de la municipalidad, por haber tomado esta medida, indudablemente el mismo prosperaría.
Es triste que sea el actual Presidente de la República, í“scar Berger, quien lo haya otorgado, el hecho es un acto reñido con la ley, por el que incluso podrían deducirse responsabilidades legales, civiles y penales, en su contra.
La Convención de Viena establece normas comunes que garantizan a los Estados igualdad de condiciones. Guatemala ha pecado al otorgar mayores beneficios a ciertas embajadas y a ciertos consulados de los que Guatemala no recibe de forma recíproca en los respectivos países, por lo que no sólo no hay igualdad, ni reciprocidad.
Como el deseo que tenemos todos los guatemaltecos es de mutuo respeto, de igualdad legal, estimo que un país que desea tener la mayor seguridad, la mayor comodidad para su sede, no debe escatimar los esfuerzos que le permitan, sin abusar, sin irritar y sin ofender, invertir los recursos que produzcan y le consigan estar en las condiciones que considera conveniente para su seguridad y comodidad y de esa forma demostrar el respeto que merecen todos los ciudadanos sin excepción del país anfitrión, para que no se dé el caso que les digan «go home».