Es y debe ser prioridad uno. Tema crucial de actualidad, con aristas diversas en el medio. Qué digo, a nivel mundial convulsionado, díscolo, febril; al final lánguido, distante de obtenerse. Pese a considerarse homo sapiens el género humano. Clamores al caso de párvulas voces y también por supuesto de millares de indignados diseminados, el asunto no camina.
Vemos que abandona el papel selectivo, por cuanto emerge al momento y refleja un rostro atípico entre el mundanal ruido. Preocupante en exceso este hecho dominante, de realidad asombrosa. Cualquier situación de dicha índole cotidiana alcanza directo comportamientos al margen de la tolerancia general. Renovación indiscutible se apodera a fin de fortalecer el afecto visible.
Eje del lenguaje no coloquial. Al contrario, implica un problema obligatorio en la comunicación colectiva. Existe hasta las interioridades de firmeza pétrea, a fuerza de tantísimo acontecer, deseosa de salir a luz. En los hogares, trabajos y escuelas; mercados, tiendas y conversaciones al azar, pero convertidos en sistema visualizado de noticias y acres comentarios.
Queja constante, petición permanente donde menos se imagine, generado en todo estrato social inconforme, inclusive desesperado. Es consecuencia viviente de la ausencia definitiva desde tiempo atrás. La anhelada seguridad habita bastante en sitios ignorados, además escondidos en fortalezas invencibles que erigen verdaderos castillos impugnables y vencedores sin duda.
El Estado en condición senil dejó de brindarla, no obstante su obligatoriedad marcada son signos imborrables en el texto constitucional. La reforma de artículos, o bien la totalidad, entre ceja y ceja de intereses acendrados sigue latente, aunque en torno a la seguridad, nada de nada. Las fuerzas encargadas, a título de mandato, resultan ya incapaces, pendientes de marcharse.
A estas alturas alejadas de compromisos del nuevo milenio, voces potentes, prosiguen sin esperanzas flotando nada más al viento como fenómeno natural denominado estilo nuevo cuño: depresión tropical con números. Exigen a los mandamases ubicados en las alturas burocráticas, causantes del gasto enorme, que el asunto sea una hermosa realidad, a la espera años de años.
De suerte sin suerte en el ambiente exasperado, optan por agenciarse de su cuenta y riesgo, implicándoles sumas elevadas, a tono –dicen– con el alto costo de vida, verdadera cantaleta morbosa. Hoy proliferan entidades privadas precisamente de seguridad (¿?). Así sea la capacidad del contratante, la misma responde bien, o mal, está visto a las claras, pero peor es nada.
La desplazó ventajosamente su oponente en situación de reto. Del dominio público es la inseguridad victoriosa, prevaleciente y reinante, aquí y allá. Nadie está excepto o libre mejor dicho en cualquier lugar de un asalto a mano armada, extorsiones y aún más, de ser asesinado por los tunantes envilecidos a lo largo y ancho de nuestra capital guatemalteca en peligro.
A la cabeza de ofrecimientos políticos, es la seguridad. En sucesivos períodos electorales cobra descomunal entereza, en medio de restantes subtemas con sustentación ostensible, calcados una y mil veces entre el fragor de la batalla, cuyos protagonistas a fuer de magos que hacen maravillas ante sus correligionarios y ciudadanos en las concentraciones, dejan dudas.
Carencia absoluta de seguridad exhibe su deplorable imagen en señalados casos, aspectos que captan los analistas; el simple curioso acerca de ejemplos dignos sobremanera de atención. Entre otros destaca a manera de impronta la seguridad alimentaria. Tan venida a menos en sucesivas administraciones de gobierno, sin reparar siquiera en meros paliativos en pro del problema.
Es de suponer que en los planes de trabajo de los presidenciables y sus seguidores, mucho más de parte de sus segundas de a bordo, ocupó lugar privilegiado la seguridad. Cómo la conseguirán de inmediato constituye la interrogante y los deseos gigantescos de la ciudadanía expectante. En resumen, volvemos a esperar de nuevo el cambio respectivo con ansiedad.