Respaldo al Presidente


Eduardo_Villatoro

No se confunda. No se equivoque. No arribe a conclusiones erradas; especialmente si usted forma parte de la mayoría de mis contados lectores que suele compartir mis argumentos, sobre todo si abordo temas políticos y van cargados de buena dosis de beligerante retórica. Mejor siga leyendo.

Eduardo Villatoro


En principio, sí he apoyado algunas conductas, iniciativas, rectificaciones y realizaciones del presidente Otto Pérez Molina, partiendo de un hecho determinante, que se refiere a que no estoy afiliado a ningún partido, no soy columnista opositor sistemático del actual régimen ni estoy plegado a ningún grupo, sector, clan, tribu o segmento que se dedique al análisis político ni de ningún otro género; pero tampoco soy simpatizante, aliado ni lejanísimo amigo del gobernante, como tampoco estoy buscando hueso ni me interesa en absoluto.

Sin alardes, reitero que soy veterano periodista de opinión (pero de los diadeveras, no aficionado, ni me dedico como entretención a mi tarea profesional); no de compromiso, pero sí comprometido abierta y fervientemente con las necesidades más sentidas de mi pueblo y, por lo consiguiente, decididamente de inclinación progresista, de izquierda democrática que valoro ardientemente mi independencia de criterio, sin pretender fáciles elogios de quienes se ocupan de leer esta columna, y, por supuesto, por esas condiciones  propias de mi individualidad estrechamente ligada con la pluralidad de mis simpatías por los más desafortunados de este sistema tan injusto que vivimos, es que obviamente prevalece mi subjetividad.

Dicho lo anterior; sostengo que respaldo inequívocamente la propuesta del Presidente de la República de transformar la inequidad del sistema electoral vigente, que sirve de sostén y refugio a una partida malévola de depravados, mañosos y corruptos políticos de filiación conservadora (sin faltar algunos/as aprovechados otrora díscolos/as críticos/as a la plutocracia) que objetan que se reforme la distribución de distritos electorales so pretexto de que podría propiciar el “bipartidismo” (¡…uta!), como si los partidos que se  han sucedido en el Gobierno y que previa y posteriormente han devenido en opositores temporales, antes de desaparecer del escenario, no encarnaran los mismos intereses y posiciones identificadas con los amos del país, es decir, los poderosos empresarios de la industria, el comercio, la minería, la banca y similares, de los cuales esos políticos no son más que simples portavoces, mensajeros, alcahuetes.

He dedicado varios artículos a la necesidad de transformar el régimen de representación (¡¿?!) electoral, no basado en disquisiciones propias de exquisitos analistas, sino en convicciones empíricas, pero realistas, tomando como repetitivo ejemplo del caso de San Marcos, que con sus 29 municipios “elige” a 9 sacrificados diputados, la mayoría de los cuales ni siquiera conocen el municipio El Quetzal y nunca han oído el nombre de San José Ojetenam, porque están ubicados en dos regiones que ostensiblemente difieren de clima, cultura, etnia y otras particularidades, y de ahí que esos parlamentarios no están identificados con las necesidades, aspiraciones y frustraciones de sus dizque representados, sino que son leales a las consignas de sus partidos antes que fieles sus electores..

Por ello he sugerido que en vez de ser un solo distrito, el departamento de San Marcos (al igual que podría ocurrir en Quetzaltenango, Huehuetenango, Guatemala y el resto) se reconfigure en tres o cuatro distritos electorales, y de ahí mi respaldo al presidente Pérez Molina en su propuesta de redefinir al país en 60 distritos, sobre todo porque podría haber identificación y responsabilidad entre electores y representantes, para que los habitantes que votan demanden  trabajo y honestidad de los diputados de sus distritos. Hay más que argumentar.

(El elector Romualdo Tishudo dice que, de todas formas, ser elegido diputado no lo convierte a éste en legislador, como tener un piano no lo vuelve pianista).