Si la política sigue siendo sucia es porque los ciudadanos más honestos y honrados se sienten alérgicos a la participación y dejan que la misma quede en manos de los más pícaros y sinvergí¼enzas. Obviamente hay intereses de que eso siga así y una de las formas que los políticos más tradicionales y venales tienen para reservar su coto está ahora en las campañas negras que tienden al desprestigio lanzado en forma anónima gracias a la tecnología actual que ofrece Internet que ha convertido en verdadero desagí¼e el correo electrónico.
Cualquiera pensará dos veces antes de involucrarse en política sabiendo que el precio de esa decisión está en arriesgar su honorabilidad y prestigio porque cualquier individuo sentado en forma anónima frente al teclado de una computadora puede decir lo que le venga en gana sin necesidad de ofrecer ninguna prueba. Cualquier patraña, del tamaño que sea, se convierte en una publicación desde el momento en que entra a las redes del llamado ciberespacio y cuando muchos ciudadanos que reciben los mensajes se dan a la tarea de reenviarlos a sus listas de correo para aumentar la difusión de lo que, a lo mejor, creen que es una verdad.
Hay muchas formas de desalentar la participación ciudadana para asegurar que la política siga siendo el reducto de los sinvergí¼enzas, pero sin duda que tan dañino como un ataque armado es el ataque a la honra que se basa en esa difusión de hechos inexactos, salpicados a lo mejor de medias verdades para dar credibilidad al asunto y demostrando así que hay gente que tiene especialidad en labores de inteligencia atrás de toda esta sarta de porquería que circula ahora por la supercarretera de la información.
Pocos recursos existen para controlar el fenómeno, pero su caldo de cultivo está en la actitud de los ciudadanos que se dejan llevar por ese tipo de mensajes anónimos o suscritos, evidentemente, suplantando identidades. Si desde el punto de vista tecnológico no hay muchas posibilidades de controlar a los autores de los correos conteniendo la campaña negra, los ciudadanos que tenemos acceso a Internet tenemos que dejar de convertirnos en máquinas de reproducción de tanta porquería porque en el mismo momento en que damos un «forward» al mensaje descalificador, estamos siendo parte de la misma campaña. No importa si lo hacemos con el ánimo de que «vean cuán sucia está la campaña», puesto que siempre habrá incautos que le darán credibilidad a las mentiras de los expertos en campañas de desinformación.
El único filtro efectivo para contener esa campaña negra es botar a la basura cualquiera de esas informaciones que alientan el morbo y despiertan el interés de quienes andan viendo cómo destruimos a cualquier figura. El morbo es el caldo de cultivo de la podredumbre y de las campañas negras y tenemos que evitarlo.