Al libro “El Elegido” de Rafael Romero, editado por la editorial guatemalteca Alas de Barrilete a finales del 2012, le pasa lo mismo que a su personaje principal: lo precede su fama. Fue por eso que tardé tanto en atreverme a leerlo. “Lenguaje soez”, “libro macho por excelencia”, “retrato de marginación” escuchaba y leía, y por eso quise esperar el momento adecuado para leerlo con tranquilidad. Sin embargo, como sucede con Bartolo, el personaje de El Elegido, la novela lo sorprende a uno con una complejidad mucho más allá de su fama.
Y es así, que uno empieza leyendo el libro como una extensión del blog “Mula que es uno”, del mismo autor, que es un blog que explora el lenguaje y el hablar más usual del hombre ladino (citadino) guatemalteco, y se topa con que, en cada capítulo, uno debe ir cambiando la idea que tiene del libro y del personaje principal. Disfruta uno tanto de las sorpresas que le va dando el libro, que me cuesta hacer una reseña que le haga justicia al texto y que al mismo tiempo no revele todos los secretos que, idealmente, el lector debe ir descubriendo por sí mismo. Decir, por ejemplo, que se trata de una novela criminal, ya es contar demasiado. Es como contar el desenlace de la película Six Sense, porque, como en ella, no solo la solución (si es que la hay) sino también la estructura de la novela se definen hacia final.
Sin embargo, hay algunas cosas que sí puedo revelar, sin cargos de conciencia. El libro sigue un modelo de enfoque narrativo múltiple, es decir, cuenta con varios personajes que narran, bajo un punto de vista subjetivo, su versión de los hechos, su visión del personaje principal y el de su propia vida. Estos personajes, por el hecho de ser testigos y a la vez protagonistas, no son confiables. Por ello el lector deberá construir su propio rompecabezas a partir de las historias individuales, para al final, elegir una versión de lo sucedido y del quién, el cómo y el por qué de lo que se relata. El proceso de construcción de la novela, sobre el cual basamos nuestra elección de cómo uniremos las piezas, es una de las cosas que hace grande al libro. El autor hila las historias individuales por medio de tres historias principales. Una, la del Bartolo, un charamilero, que por su origen mestizo y su forma de enigmática de ser, resulta atractivo para muchas mujeres. Y las otras, las historias de dos actos criminales de los cuales son víctimas una niña y una mujer. Las historias de todos los personajes se van enlazando poco a poco a partir de estas tres historias centrales, y el lector va haciendo y deshaciendo conclusiones al respecto de lo que podría ser “la verdad” literaria detrás de las versiones de cada uno.
Es también por eso que hablo de una novela criminal (no policíaca, porque no hay policías ni detectives en el estricto sentido de la palabra). Esa manera de llegar a “una sentencia” a través de las declaraciones a veces contradictorias del acusado y de los testigos, es lo que el escritor y fiscal Julio Prado llama una “verdad acordada”: “es decir, el sistema de justicia penal hace lo mismo que los presos en la carceleta. Acordar una verdad útil. Igual que lo hace el tribunal junto a la defensa y la Fiscalía: acuerdan una versión de los hechos que se considere cierta; pero como tal, no es la verdad absoluta.” (1)
Rafael Romero logra la credibilidad de los personajes de El Elegido (de ellos no de la veracidad de sus historias), a través del desarrollo de perfiles que gozan de una gran profundidad. Ninguno de ellos (bueno, tal vez solo Mario, el marido maltratador) es plano o corresponde a un cliché. Principalmente las mujeres resultan muy interesantes. Como ya dije, con la fama de violencia y machismo que tenía el libro, yo esperaba una novela (como muchas) que fuera una apología de la misoginia, pero me sorprendió encontrar personajes femeninos muy sensuales, que no se diferenciaban demasiado de los masculinos en cuanto a la intensidad en que son guiados por pasiones y deseos. Sus voces narrativas son igual de fuertes y violentas que las masculinas. A manera de ejemplo, para mí uno de los pasajes más interesantes del libro, es la parte en que La Chata, uno de los personajes de la novela, está escuchando a través de una pared, lo que pasa en casa de La Yoli, otro personaje, y deja volar su imaginación, en un proceso autoerótico en el cual mezcla los sonidos, sus fantasías y las reacciones de su cuerpo ante el deseo creado. El sexo y el erotismo, vivido de manera satisfactoria, insatisfactoria o perversa, tanto por hombres como por mujeres, es otro de los hilos narrativos que une las historias.
También ayuda a la credibilidad de los personajes, el que no todos sean solo buenos ni solo malos. Los roles de víctimas y victimarios se van intercambiando. Una víctima puede convertirse en victimario y un victimario en una víctima. Y entre víctimas y victimarios hay un detonante y a la vez un vacío que es esa lacra que llamamos indiferencia. Esa es para mí la verdadera violencia y perversión de los sucesos. Esa indiferencia que es reflejo de una sociedad perversa que permite y promueve los actos extremos de violencia. Violencia patriarcal, violencia racial, violencia clasista. Esta indiferencia es contrastada con la inocencia y credulidad de los personajes, pero que al fin y al cabo, comparten las mismas fuentes: la miopía autorecetada. El lector será parte de un juego voyeurista, en el que deberá elegir entre ser parte de esa estructura llena de prejuicios, pasiones fatales e indiferencias, o si más bien, a la par de uno de los alter-egos del autor, puede llegar a sentir la empatía y la rabia necesaria para ver “la matrix” detrás de la violencia y lo que la construye y la compone.
Ya vemos pues, que al leer El Elegido, el lector tendrá mucho que elegir, y se convertirá, en cierto sentido, en un jugador activo con libertad de mover las piezas que se le presentan, según mejor le parezca. Eso le hace tan responsable del resultado final, como lo es cada uno de los personajes.
Solo resta decir, que concuerdo con Byron Quiñonez en que este libro nos mete “en la dulce paradoja de los buenos libros: queremos terminarlo para saber qué pasa al final, pero al mismo tiempo no queremos que éste se acabe” (2). Eso me pasó a mí: este libro es el primero desde hace mucho, que no pude dejar a un lado y que tuve que leer de un solo tirón.
Por eso estoy en espera del próximo de la trilogía, “El Chichicaste”, con la seguridad de que El Bartolo, quien se ha convertido ya en uno de los personajes de la mitología urbana guatemalteca, lo seguirá siendo cuando vengan los demás libros. ¿Hasta pronto Bartolo?
(1) La Serpiente Presa y la Verdad Acordada – Blog Primer Testimonio, Lunes, 16 Abril, 2012, Plaza Pública
(2) El Elegido (Prólogo). Editorial Alas de Barrilete, 2012