Resaca electoral


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La campaña electoral fue de tal magnitud que aunque usted no haya querido involucrarse o estar afecto a la misma, de alguna manera influenció su vida por lo menos de manera indirecta. Sea porque circuló en las calles y tuvo que soportar un mar de rostros con falsas sonrisas y miradas al infinito con el eslogan “si lo digo se lo prometo”, o sea porque usted presenció algún mitin electoral sin quererlo.

Julio Donis

 


Lo cierto es que usted descansará por un tiempo, no se sabe por cuánto porque las debilidades del sistema electoral y partidario, favorecen la campaña anticipada y lo más probable es que pronto se reinicie la pulsión preelectoral disfrazada de oposición. Los ofrecimientos de la campaña fueron irresponsables y algunos realmente disparatados, por ejemplo una reforma fiscal que no subirí­a los impuestos o el ofrecimiento de un salario quince son atrevimientos que atienden a una lógica que considera que todos somos iguales pero unos más que otros; por otro lado son ofertas que reflejan un electorado iletrado e incapaz de sostener una relación de dignidad con la autoridad estatal o con los actores polí­ticos, igualmente iletrados, por lo tanto esos fueron ofrecimientos irresponsables y prepotentes, quizá desesperados.

Como ya se sabe, el código de comunicación entre el candidato y el ciudadano apela a la emoción, por lo tanto si no se cumple no importa, el candidato ya vendió y el ciudadano ya se ilusionó. Dos dí­as después de las votaciones, la resaca electoral empieza a hacer sus efectos en el sistema y la ilusión democrática del dí­a de la votación se ha esfumado y hoy hay que hacer el conteo de estragos en el sistema electoral y de partidos polí­ticos. Al dí­a siguiente el ambiente era gris como el cielo, se respiraba decepción. La noticia del resultado no fue sorpresa, fue la confirmación de lo que ya se anunciaba, una votación que no fue elección porque como lo vengo induciendo, bajo las actuales circunstancias no es posible una relación entre dos sujetos si estos no se reconocen por principio.

 Dos dí­as antes, el oportunismo de dos organismos multilaterales que se autoconcedí­an el derecho que les permite la observación internacional, anunciaban la “novedad” de la inminente necesidad de una reforma electoral. El mismo reclamo con mayor profundidad viene siendo propuesto por organizaciones de la sociedad civil sin la cobertura de medios que si la tienen los foráneos. Y esto es justamente el otro rasgo de la resaca; las fisuras del sistema quedaron ampliamente expuestas y está más que reclamado y anunciado por todos lados, el agotamiento del mismo y la necesidad de una reforma.

Sin embargo advierto desde ya el peligro de esto porque no sirve de nada volver a cambiar los muebles con la misma casa que se cae. Además estoy seguro que todos quieren cambiar de mobiliario aprovechando la ocasión. Por otro lado y bajo la lógica que impera, las maquinarias electorales que ensancharon a las organizaciones partidarias durante la campaña, se empezarán a diluir rápidamente y la tienda será cerrada hasta la nueva temporada. Las empresas encuestadoras se irán gordas a su casa; los dos que siguen para un segundo round iniciarán una serie de negociaciones de diverso orden.

 El segundo lugar querrá capitalizar el voto disperso aunque por supuesto el mismo no es endosable. El primer lugar se verá solitario por un triunfo pí­rrico y lo más probable es que confí­e en su triunfalismo, no querrá negociar con nadie porque supone que será el elegido en la sucesión del poder, aunque nada está escrito. La goma electoral también hace su impacto en el Tribunal Supremo Electoral que vio cuestionada en esta elección su letra S, su reconstitución pasa inevitablemente también por la transformación en las reglas del juego. Finalmente el que no tuvo daños aparentes es el guatemalteco de a pie que seguirá la tortuosa condición de pobreza, su expectativa no era diferente de lo que era hace cuatro, hace ocho, hace doce años. La resaca es una paranoia, se desarrolló un nuevo episodio de la democracia electoral, pero el sabor es de desencanto. Levanto la cabeza y veo nubes grises, el cielo se cerrara un buen tiempo.