Requisitos para obtener trabajo


Q-Se los cuento como me lo contaron. Después de la clausura del año escolar de 2006, cierto muchacho llamado Herbert se niega a seguir estudiando y se rebela contra el padre, un destacado hombre de negocios y con muchas influencias en las esferas del gobierno de cierto paí­s que no necesariamente tiene que ser el de Guatemala, pero para el efecto que se persigue designaré el quetzal como moneda oficial, aunque podrí­an ser pesos, colones o lempiras.

Eduardo Villatoro

Inicialmente, el progenitor del recién graduado de bachiller en ciencias y letras, egresado de un colegio bilingí¼e de mucho postí­n, se resiste a la decisión tomada por su voluntarioso hijo, que termina por convencerlo.

?¿Conque no querés estudiar, eh? Que así­ sea, pero en lo que a mí­ respecta, vagos no quiero en esta casa, así­ que te vas a poner a trabajar ?sentencia el papá, el ingeniero industrial don Everardo, figura refulgente en la vida empresarial, social y polí­tica del paí­s, quien le ordena a su secretaria que lo comunique con un funcionario muy cercano colaborador del Presidente de la República.

Una vez al teléfono, le dice: ?¿Cómo estás, Alfredito? ¡Qué bien! ¿Te acordás de mi hijo Herbert? Sí­, ah vaya. Pues fijate que acaba de terminar el bachillerato pero no quiere seguir en la universidad. Y por eso te llamo, a ver si me ayudás consiguiéndole un trabajo en el gobierno, porque yo no quiero que ande de holgazán, mientras se decide después a empezar una carrera universitaria ¿me entendés?

A los tres dí­as llama el alto funcionario público a la oficina de don Everardo, a quien le anuncia: ?Lalo, ya está hecho lo de tu hijo. Será uno de los asesores del señor Presidente con Q50 mil mensuales. ¡Qué belleza! ¿Verdad? El padre de Herbert responde de prisa: ?¡No, no, hombre, no la jodás, eso es una locura! Apenas comenzará a trabajar y no le conviene un sueldo tan alto. Tiene qué comenzar desde abajo, como yo ?agrega con modestia.

Nuevamente llama Alfredito al empresario, a quien le comenta: ?Ya lo tengo, Lalo. Le conseguí­ el cargo de asistente privado de un diputado de nuestro partido. El sueldo es más modesto, algo así­ como Q25 mil al mes.

?No, mi amigo. Si te dije que acaba de dejar el colegio y no quiero que la vida se le haga tan fácil de entrada. Me interesa que sienta la necesidad de estudiar ¿Me entendés?

El tal Alfredito llama por tercera vez al inquieto padre de familia, a quien le informa: ?Ahora sí­ no lo vas a rechazar, aunque el sueldo es muy bajo, son Q18 mil. Será jefe de compras de ?

?Pero, ílfred, por favor ?interrumpe don Everardo?, conseguime algo más modesto, un trabajo cuyo sueldo oscile entre Q6 mil y Q10 mil.

El estrecho colaborador del señor Presidente de la República replica: ?Lo siento, Lalo, pero eso es imposible. Cargos con esos sueldos se sacan a oposición, se requiere que el solicitante presente su hoja de vida, que sepa inglés a la perfección, que tenga grado universitario y mejor si una maestrí­a, y, por supuesto, experiencia previa. Lo siento, Lalo, es jodido, pero trabajos así­ no se encuentran tan fácilmente.

Q-En una empresa privada de sólido prestigio en el ámbito centroamericano, con rigurosa disciplina laboral, pero con salarios más que decorosos y prestaciones que superan las establecidas legalmente, tales como bonos por puntualidad, por antigí¼edad, por eficiencia, por resultados, etc. están en búsqueda de una persona bien calificada para que se haga cargo de su División de Relaciones Públicas y Comunicación Social.

Para escoger al hombre o la mujer que reúna los más exigentes requisitos publican un anuncio en la prensa. De una treintena de candidatos que se presentaron para optar al cargo, muy bien remunerado, finalmente se quedan con tres aspirantes, que han cumplido con todas las condiciones; pero falta aún establecer quién de la terna es el que presenta el perfil más alto en lo que se concierne a confianza en sí­ mismo, optimismo y entereza en circunstancias crí­ticas.

Citan a los tres finalistas conjuntamente a una última evaluación y les lanzan la siguiente pregunta: ?¿Qué le gustarí­a que dijesen de usted en sus funerales, cuando estuvieran velando su cuerpo?

El primero, responde con aplomo: Me agradarí­a mucho que dijeran que ha muerto un profesional de singulares dotes, un ejemplar padre de familia, un fiel esposo, un abnegado hijo, un hombre de honradez intachable.

El segundo precisa: Me gustarí­a que expresaran «He aquí­ el cuerpo de un ciudadano que con sus actos fue ejemplo para la presente y futuras generaciones; un hombre que no reparó en agotar sus fuerzas en trabajar por su comunidad y su familia.»

Finalmente el tercer candidato responde muy lacónicamente: Me gustarí­a que dijeran «miren se está moviendo».

Esto sí­ es optimismo.