Réquiem


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“Concédeles el descanso eterno, Señor, y que brille para ellos la luz perpetua”. Inicio con este tí­tulo y con este concepto las expresiones que me merecen el fallecimiento del licenciado Alfonso Bauer Paiz y el doctor Francisco Villagrán Kramer, quienes partieron de esta vida terrenal por causas del deterioro natural que la vida nos va haciendo acumular.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com 

 


Ambos, su vida y trayectoria, se quiera o no, son parte de la historia polí­tica y académica de Guatemala. Ambos, independientemente de la crí­tica infundada o no que pudiera hacerse, son personas que merecí­an que el Estado, Ejecutivo y Congreso de la República, les rindieran un homenaje de cuerpo presente y que al igual que lo hiciera, por el injustificado y censurable asesinato del cantautor Facundo Cabral, el Presidente de la República, decretara tres dí­as de duelo.

Lamentablemente volvió a repetirse que en lugar de realizar un reconocimiento de cuerpo presente en el Palacio Nacional (Salón de Recepciones) y en el Organismo Legislativo (Salón de Los Pasos Perdidos), se optara por publicar esquelas de distintos organismos públicos, hecho que si bien es una manifestación también es algo que fuera de significar un gasto y un beneficio para algunos medios escritos, no refleja adecuadamente que nuestras autoridades gubernamentales reconozcan de forma procedente a quienes así­ lo merecen, tanto por haber sido vicepresidente y diputado uno de ellos; así­ como ministro y diputado el otro; y académicos ambos.

No faltará quién opine que no era necesaria la manifestación formal de reconocimiento y duelo, porque lamentablemente existen guatemaltecos que les es fácil menoscabar, pero muy difí­cil reconocer. Es una diferencia de criterio que no comprendo, mucho menos comparto, se exceptúan de la omisión numerosos columnistas que le recordaron al pueblo la trayectoria de los fallecidos.

Vuelvo a envidiar a los paí­ses que saben honrar a sus deudos. En esta misma semana falleció la esposa del expresidente norteamericano Gerald Ford y en su paí­s no vacilaron en honrar a Bety Ford. En ambos actos formales, con su cuerpo presente, en dos Estados distintos, estuvo la primera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, el expresidente George Bush y numerosas personalidades.

Su comportamiento, su respeto, su presencia no le quita y no le pone a Bety Ford, pero sí­ demuestra ante la población, ante la ciudadaní­a norteamericana, que saben respetar, que saben rendir tributo a sus connotados ciudadanos.

Lo mismo puede decirse del cantautor Facundo Cabral, a quien el pueblo argentino y sus autoridades honraron públicamente, decretando tres dí­as de duelo, rindiéndole honores en uno de los teatros de Buenos Aires y acompañando sus restos mortales durante el sepelio.

En Chile, paí­s de mis recuerdos, nunca se deja de honrar a un expresidente, a un exjefe de las fuerzas armadas, a un chileno que haya sido servidor público, Ministro, General o destacado dirigente social y polí­tico. El muerto, muerto está, pero el ejemplo de respeto y dignificación acrisola los valores de la sociedad y de los pueblos.

En nuestro paí­s en lugar de honrar procedentemente preferimos gastar en esquelas, vuelvo a reiterar que serí­a más adecuado donar el valor de las mismas en coronas de caridad a los asilos de ancianos, a los orfanatorios, a las entidades de beneficencia y así­ recordar y honrar la memoria de quienes en lo público y en lo particular merecen nuestro respeto, nuestra estima y en muchos casos nuestro amor y nuestro cariño (Réquiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis”).