El fiscal internacional del tribunal de Phnom Penh requirió hoy 40 años de prisión contra Douch, el jefe de la prisión de Tuol Sleng bajo el régimen comunista de los jemeres rojos entre 1975 y 1979, donde 15.000 camboyanos fueron torturados y ejecutados.
El magistrado renunció a pedir la cadena perpetua, alegando la colaboración «parcial» de Douch con el tribunal y su remordimiento.
Pero si el acusado, de 67 años, es condenado a esa pena, pasaría el resto de su vida tras las rejas.
El jefe de la prisión de Tuol Sleng, también conocida con el nombre de S-21, es juzgado por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. La sentencia se dictará a principios de 2010.
Durante el proceso, este pequeño hombre de cabello gris y mirada intensa, admitió lo inadmisible, confesando la tortura y la crueldad como método político, las ejecuciones y el terror que reinaba en Tuol Sleng.
Cerca de dos millones de camboyanos -una cuarta parte de la población- murieron bajo la tortura, de agotamiento o de desnutrición, durante este periodo, antes de que el régimen cayera por la invasión vietnamita.
El país se hundió en el caos y la miseria, sometido a la única voluntad de Pol Pot, el jefe de los jemeres rojos, de retroceder al «año cero», de lavar cerebros y vaciar ciudades y de eliminar a los enemigos reales o supuestos del régimen.
Douch, cuyo verdadero nombre es Kaing Guek Eav, «fue uno de los instrumentos más eficaces de la política del Partido Comunista de Camboya (en el poder en aquella época), que consistía en desenmascarar y matar a quienes el partido consideraba como sus enemigos», según el fiscal australiano.
El fiscal denunció a un hombre «indiferente al sufrimiento de sus víctimas» y que «disfrutaba transformando a los individuos en torturadores y en asesinos».
Convertido al cristianismo en los años 1990, Douch pidió reiteradas veces perdón a los raros supervivientes de la prisión y a las familias de sus víctimas. «Acepto (la responsabilidad de) todos estos crímenes y quisiera que el pueblo camboyano me condene a las pena más severa», declaró ante sus jueces.
Nacido el 17 de noviembre de 1942 en un pueblo de la provincia de Kompong Thom, al norte de Phnom Penh, Douch fue profesor de matemáticas antes de unirse a los jemes rojos en 1967 «para liberar a su pueblo y no para cometer crímenes», según alegó.
Sin embargo, el fiscal sostuvo que Douch «cometió los crímenes no porque fuera obligado a ello, sino porque estaba convencido».
Douch, con la mirada impasible, tomó luego la palabra para leer un texto, sin levantar nunca la cabeza.
«Estoy petrificado de remordimientos y profundamente afectado por esta destrucción de magnitud sideral», afirmó. «Me convertí en un servidor de una organización criminal que destruía a su propio pueblo de forma escandalosa. No pude evitarlo. Yo era un engranaje en una máquina en marcha», explicó.
De los cinco dirigentes del régimen hoy detenidos, Douch es el primero en ser juzgado y el único en haber reconocido su culpabilidad.
Otros cuatro dirigentes jemeres rojos, entre ellos el «hermano número 2», Nuon Chea, esperan juicio, que no se celebrará antes de 2011.
Dentro y fuera del tribunal, algunos centenares de camboyanos siguen el proceso.
Som Sek, de 76 años, habría preferido una verdadera cadena perpetua. «Pero el veredicto no compensará la muerte de la gente. Fueron asesinados tantos. La vida humana no puede venderse en un mercado», afirmó.