Esta semana, las noticias dieron cuenta de la muerte violenta de tres menores de edad. Y sí, cada semana, cada día mejor dicho, este tema: violencia, acapara las páginas de los diarios y los titulares de tele y radionoticieros. Sin embargo, la forma en que estas tres personas murieron, las reacciones de los familiares y las respuestas que dieron las autoridades son algo que debería de ponernos a pensar a todos.
cnavasdangel@gmail.com
Primero, ¿cómo es posible que la vida de una persona, la vida de un menor de edad penda del hilo de la voluntad de un sicario, así no más?, ¿y la seguridad qué? Digo, tenemos derecho a estar protegidos, pagamos impuestos que a su vez pagan salarios altísimos, no de los policías claro, pero si de un ministro y un presidente que en su campaña tomaron este tema como primordial, ofreciendo mano dura y proteger a la ciudadanía y nada. Tenemos leyes, hablo de la Ley de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia, que de cumplirse evitaría que niñas, como las asesinadas en San Pedro Ayampuc tuvieran, no digo una muerte así de terrible, sino una vida tan miserable y desprotegida.
Segundo, escuchar la reacción de la madre de esas niñas, es aterrador. “Por lo menos no las violaron, por lo menos no las mutilaron”. ¡Por favor! ¿Cómo podemos sentirnos menos mal por esto? En Guatemala más de 50 menores de edad mueran al mes por violencia y no pasa nada, lo único que hacemos es sentirnos aliviados porque no fue a nuestra familia a la que le tocó enlutarse o porque al menos se encontró el cadáver, que asco.
Tercero, ¿por qué siempre son las maras las responsables de todo?, ¿A ellas no les aplica lo de mano dura, por aquello de que justifican las muertes responsabilizándolas siempre? Me exacerba oír al Ministro de Gobernación dar como resultado la acusación hacia ellas y no por defenderlas, sino porque es la excusa perfecta que tiene este Gobierno para “aclarar” las cosas, para hacernos sentir más inseguros, para estigmatizar a la juventud: “dime con quién andás….”, o para justificar «¡un se lo merecían!».
Nadie merece morir así y nosotros como ciudadanos que pagamos a estas personas para realizar una labor, que evidentemente no pueden desempeñar bien –porque siempre es más importante estar en reuniones, irse de viaje, posar para la foto y encima hacer campaña para ver si de paso nos siguen oprimiendo y robando–, no hacemos nada, no decimos nada y encima votamos por ellos, no podremos quejarnos si el día de mañana nos toca ir a un cementerio a llorar a alguien cercano cuya vida interrumpió, no solo la violencia, la corrupción y la impunidad que se vive en Guatemala, sino nuestra indiferencia.