El sistema republicano de gobierno demanda la existencia operativa de tres poderes del Estado para administrar la cosa pública, aplicar la ley y emitir las normas que regulan la convivencia social, lo que constituye un método de pesos y contrapesos para asegurar el funcionamiento democrático. En Guatemala, sin embargo, llevamos prácticamente todo este año sin que el Congreso de la República asuma su función de Organismo Legislativo porque una maniobra de un grupo parlamentario ha entrampado el trabajo.
Las interpelaciones son fundamentales dentro del concepto de control independiente que el Congreso de la República puede y debe realizar al Organismo Ejecutivo, pero cuando se interpela a un ministro de Estado durante semanas y semanas, con la certeza de que no habrá consecuencias ni políticas ni legales del ejercicio, definitivamente estamos frente a una pérdida de tiempo inexcusable y se causa un daño severo a la precaria institucionalidad democrática del país.
Pero hay que notar, sin embargo, que para evidencia fatal de la falta de eficacia del poder legislativo en Guatemala, la verdad es que estos meses que han transcurrido sin resultados tampoco han provocado un estancamiento de la cosa pública, lo que demuestra, peligrosamente, que en términos generales nuestro Congreso no se significa por tener un constante trabajo para legislar en beneficio del interés nacional. Porque en honor a la verdad, los temas más importantes de la agenda, entre ellos la necesidad de transparencia y el combate frontal a la impunidad, no forman parte de las prioridades de nuestra clase política y por lo tanto lo que se puede esperar en el futuro inmediato es, si acaso, que se aprueben empréstitos y acuerdos económicos, pero ni la menor esperanza de que podamos disponer de instrumentos legales para enfrentar seriamente la corrupción en Guatemala, tema que enturbia seriamente la capacidad de inversión para enfrentar los desafíos de un país con serios problemas de inequidad.
Cuando un Estado sufre el estancamiento de la función de alguno de los organismos y esa deficiencia no se nota, no se percibe, es muestra de que algo funciona mal en la estructura y por lo tanto urgen revisiones profundas.
Guatemala tiene demasiadas características de un Estado fallido y por lo tanto insistimos en que los grupos dominantes tienen que reflexionar sobre el futuro y viabilidad de la Nación porque de no hacerlo, los cambios vendrán por vías que no son las deseables y no tardará en surgir alguna expresión política que demagógicamente explote el sentimiento de frustración que sordamente se ha anidado en la población guatemalteca.
Minutero:
Una defensa cabal
es un principio sagrado
que nunca fue respetado
cuando hubo fuero especial